En la escuela primaria Colegio México, en Celaya, los maestros tienen una nueva tarea: enseñar a los niños a protegerse de contingencias ambientales y de posibles balaceras. Everardo lo supo cuando a su hijo lo “capacitaron” para saber qué hacer si se desataba un enfrentamiento armado. 

Everardo venía rumiando desde hacía tiempo la posibilidad de emigrar. El clima de violencia, asesinatos y extorsión cala hondo en su ánimo. En Celaya los empresarios y en particular los comerciantes viven desolados porque cada semana tienen que pagar “derecho de piso” que consume sus negocios como una plaga de muérdago. Los atracadores se llevan buena parte de las utilidades y en ocasiones todas las ganancias que pueden generar. 

Blanquita, la esposa de Everardo, tiene un próspero negocio de arreglos florales. Por fortuna aún no llegan las extorsiones  pero vive con el temor de todo aquel que entra a su tienda. Estar en Celaya no resulta prometedor para las aspiraciones de la familia. 

Hace unas semanas, Everardo dijo que tenía todo listo para emigrar a Canadá. Había podido vender su casa a un precio razonable y Blanquita traspasó la florería. La vendió a un familiar que le pagará en abonos su inversión. Con ese ahorro pudo  demostrar a los canadienses que tendría con qué sostener a su familia. Primero se va él a perfeccionar el inglés durante unos cuantos meses, los necesarios para pasar con 750 puntos la prueba que le solicitan. 

Luego, cuando pueda establecerse con toda la familia, ingresará a un curso intensivo de análisis de datos, una profesión de buena demanda y salario. Amigos que viven en Abbotsford, Columbia Británica, lo animaron. Le dijeron que Blanquita no tendría problema en replicar los hermosos arreglos florales para vender en tiendas o tener una propia. En Canadá faltan profesionistas de calidad y sobra dónde trabajar. 

Caminaba con Everardo cuando le pregunté cuál era el motivo profundo para quemar las naves en Celaya y partir a Canadá: sin pensarlo repitió lo que ya le había dicho a sus suegros: el futuro de mis hijos. Everardo tiene 42 años, Blanquita 40 y sus hijos 11, 9 y 3. 

Los papás de ella los animaron a partir. Los abuelos saben que la tranquilidad y la calidad de vida en Canadá son lo mejor del mundo así que sacrifican la felicidad de tener a los nietos cerca por su futuro. 

Millones de mexicanos viven en Estados Unidos y cada día más profesionistas emigran. La balanza del sacrificio, la soledad y la distancia con sus raíces no son suficientes para compensar los beneficios que otorga vivir en un país desarrollado, civilizado y en paz. La violencia en estados como Guanajuato y Michoacán produce una nueva ola de migrantes, ahora con mayor preparación y una voluntad inquebrantable de salir adelante. 

Como fenómeno social es una pérdida para el país porque Everardo tiene estudios universitarios y un posgrado. Como proceso de vida  individual es una oportunidad para obtener, de un plumazo, los beneficios de servicios de salud pública universal, educación gratuita, seguro de desempleo y una infraestructura de servicios de primer mundo. 

Incluso podemos cuantificar la ganancia directa del migrante si dividimos el valor de los activos de un país entre el número de habitantes. Seguro será más de medio millón de dólares canadienses que recibe cada miembro de la familia migrante cuando aprueban su estancia y luego su nacionalidad. 

(Los nombres de Everardo y Blanquita fueron cambiados para conservar su privacidad)

 

Leave a comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *