Para un taxista alemán es común acelerar su auto a 200 kilómetros por hora cuando hace un viaje del aeropuerto de Munich a la ciudad. Las “autobahn”, o supercarreteras, tienen la especificación de seguridad y mantenimiento que hacen seguro el viaje aún a esa velocidad. 

A partir de este fin de semana es probable que a todos los vehículos les impongan un límite de 100 km para ahorrar combustible, tanto diésel como gasolina. En los hogares comenzó una campaña de ahorro voluntario reduciendo la temperatura de la calefacción y en los comercios apagan los aparadores durante la noche. 

Alemania depende en un 55% del gas ruso para generar electricidad y calefacción. Vladimir Putin condiciona, a partir de hoy, el pago de gas y petróleo en rublos. Quiere que sus clientes abran cuentas en Rusia para que compren su moneda y paguen como él quiere. El objetivo es dar soporte al rublo. Los contratos están en euros y dólares por lo que Alemania está a punto de que el dictador literalmente les corte el gas. 

El obús económico que lanza Rusia no puede ser contrarrestado de inmediato: las fábricas de autos y toda la industria dependen del flujo ininterrumpido de energía. Putin juega una carta que afectará al mundo entero. Si la VW y la BMW tienen que hacer paros técnicos afectará a nuestra industria local. Si Estados Unidos apoya con gasolina y diesel a Europa, los precios, ya elevados, subirán aún más. 

Sin el subsidio directo y la quita de impuestos, la gasolina Magna estaría entre 28 y 30 pesos, la Premium en 32 y el diésel también. Otra subida del petróleo y la inflación nos golpearía frenando el crecimiento y el empleo. El aumento del precio de la mezcla mexicana sirve al Gobierno para compensar el subsidio, pero no puede ser para siempre. Es probable que después de la votación de la “revocación”, Hacienda comience, cuando menos, la eliminación del subsidio directo, aunque siga sin cobrar el IEPS. 

Si la guerra se prolonga, Occidente podría entrar en recesión. Nosotros somos uno de los engranes importantes de la economía occidental. La presencia de John Kerry y empresarios norteamericanos en México anuncia que debemos tener acuerdos y más negocios con nuestro principal socio, que debemos invertir en energías renovables y liberar de trabas burocráticas los permisos para lograrlo. Más allá de la retórica nacionalista, el Gobierno debe buscar lo mejor para el país. Durante la Segunda Guerra Mundial tuvimos una economía próspera porque Estados Unidos compraba todo lo que podíamos producir. En 1945, al final de la guerra, sufrimos una recesión. 

Cuando inició el año la preocupación era la salida del COVID con sus variantes, la guerra cambió todo hace apenas un mes. ¿Qué planes de contingencia debemos tener ante una escalada en la guerra económica contra Rusia? y, ¿qué planes estratégicos debe tener el país para ayudar a Occidente y alinearnos con los países que invirtieron, invierten e invertirán en México?

Los alemanes, y los europeos en general, encontrarán la forma de ajustarse a una vida sin gas y petróleo rusos, pero ese ajuste tendrá repercusiones en nuestra economía. Ahora es cuando urge estar más unidos y olvidar los conflictos que detienen nuestro desarrollo.

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