Claudio Valdés Kuri y la compañía Teatro de Ciertos Habitantes han creado una nueva forma del arte: la subasta emocional. En el montaje El gabinete del maestro Toscano (que se presenta en el Munal hasta el 15 de mayo) los objetos no se exhiben para despertar codicia sino para generar historias. El dispositivo es ajeno al afán de posesión y al fetichismo: la gente no se queda con la utilería; su recompensa es decir cosas de sí misma.
¿Cómo juzgar una puja donde la moneda es la palabra? Un perspicaz subastador aplica el mismo criterio que el dueño de esas cosas, Ignacio Toscano Jarquín, aplicó para valorar a la gente. Las frases ingeniosas son dignas de atención y las frases reveladoras merecen aplauso. Nadie sale de ahí con pertenencias porque los logros del lenguaje son simbólicos y porque sólo se tasan sentimientos.
Nacho Toscano murió el 7 de enero de 2020, poco antes de cumplir 70 años. Su legado como gestor cultural en las áreas de la música y la danza fue extraordinario. Ajeno a las veleidades y los intereses de la política, se concentró en apoyar a los creadores y en descubrir talentos que permanecían ocultos. Una y otra vez convenció a los demás de que podían ser mejores.
No es casual que haya conquistado innumerables amigos. A cada uno lo trató como favorito. De manera previsible, despertó pasiones, celos y competencias afectivas que ahora tienen la oportunidad de subastarse. El gabinete del maestro Toscano permite que la gente se sincere para “adquirir” una corbata, un cuadro o un adorno. Quienes no conozcan al protagonista, de inmediato se familiarizarán con él y podrán expresar cuestiones íntimas a propósito de una vida ajena. ¿Qué es el arte si no la oportunidad de sentir lo extraño como propio?
Nacho tuvo amigos muy diversos y los reunió en “islas” en las que él servía de puente. De manera apropiada, la subasta se estructura en “lotes” que expresan variados intereses. El hilo conductor -el mar que une las islas- es la aventura existencial. El recordado protagonista de la pieza tenía predilección por los expedicionarios, desde sus compañeros de buceo y su legión scout, hasta los exploradores de la música contemporánea y los devotos del sonido tropical.
En ámbitos donde la mayoría busca destacar, él ejerció la generosidad del cómplice. Disfrutaba oyendo a los demás. No es casual que uno de los objetos subastados sea la hermosa reproducción de una oreja.
Jean Clair, quien fue director del Museo Picasso en París, conoció el insaciable afán de los coleccionistas y escribió al respecto: “Las colecciones de mirabilia (maravillas) están destinadas a apaciguar -y también a alimentar- el sentimiento de la melancolía. Coleccionar, proyecto sin límites -encontrar el objeto que le falta es la pasión devoradora del coleccionista-, es una empresa profundamente melancólica”.
El gabinete del maestro Toscano presenta el legado accidental de alguien que nunca cedió a la “pasión devoradora” de buscar la joya reticente. El conjunto no depende de un deseo de acumulación; describe un temperamento. Fiel a ese espíritu, la subasta luctuosa carece de melancolía; los objetos convocan a una persona divertida, irónica, lista para bailar.
El catálogo incluye recuerdos de grandes figuras de la cultura mexicana (una lámpara de Salvador Novo, una foto de Carlos Chávez, un libro de José Vasconcelos); otras piezas narran la vida del propio Toscano (el cuaderno de primaria en el que aprendió el amor a la patria, el pañuelo con venenosos rastros de toxoplasmosis, las llaves del Palacio de Bellas Artes).
El protagonista regresa a nosotros por el inventario que se pone en “venta”. Ahí están las plumas de tinta verde con las que hizo toda clase de listas y el último velo del que se despojó María Luisa Tamez para convertirse en la primera soprano desnuda en Bellas Artes, bajo la dirección de Werner Schroeter.
Toscano se sometió a 27 operaciones y Francisco Toledo intervino algunas de sus radiografías para sanar heridas con el arte. Otro amigo imprescindible, Eduardo Mata, le regaló la batuta de su último concierto, honrando así al promotor que dirigía los destinos de los otros.
Una vida es tan excepcional como lo que se dice de ella. Valdés Kuri y Teatro de Ciertos Habitantes han creado una subasta insólita, donde aumenta el valor de la persona y donde el público gana al apostar algo de sí mismo.