El título de este artículo no alude al Papa, sino a otro juez de los destinos humanos, un árbitro de Chile. Antes de repasar su historia, hagamos una pausa similar al calentamiento que antecede a los partidos.
La vida de un aficionado al futbol se mide en lapsos de cuatro años: la primera novia coincide con México 86, la licenciatura con Italia 90, el matrimonio con Estados Unidos 94, el nacimiento del primogénito con Francia 98. “¿Te acuerdas de mi primer regalo?”, pregunta la esposa en 2022. Un vacío invade la mente del esposo hasta que llega el relámpago salvador: ¡ese día la selección se clasificó al Mundial! El hincha recuerda el frasco de loción que desde entonces asocia con el éxito deportivo.
Como la FIFA arruina las emociones en favor del comercio, hace poco propuso que el Mundial se celebrara cada dos años. Esto daría más ganancias, pero rebajaría la importancia de la pasión y complicaría los recuerdos (suficiente tenemos con dividir nuestra vida en fases de cuatro años).
Desde 2015, cuando fue investigado por el FBI por cargos de corrupción, el órgano regulador del futbol se encuentra en entredicho y busca lavarse la cara. Excluyó a Rusia del próximo Mundial por la invasión a Ucrania; sin embargo, conviene recordar que Putin ya era un conocido represor de disidentes cuando obtuvo la sede del Mundial de 2018 y que Qatar, nueva administradora del cotejo, viola los derechos humanos.
La intervención del FBI en los negocios clandestinos de la FIFA rindió réditos a Estados Unidos, que será anfitrión del Mundial 2026 con el apoyo simbólico de México y Canadá. Pero el efecto más fuerte e indirecto de ese escándalo fue la aplicación del VAR. Ante la demanda de mayor justicia en el futbol, la FIFA prometió en las canchas el rigor que no ha ejercido en su contabilidad. Para ello, se apoyó en la nueva fe de la modernidad, la tecnología, y contó con la complicidad de las televisoras. Ahora el video tiene valor legal y la imagen en cámara lenta es una verdad revelada.
Por desgracia, los aparatos son operados por personas y el VAR ha traído pifias menos comprensibles que las del árbitro que corre mientras el sudor le nubla la vista y dispone de un segundo para decidir. Odiamos que perjudique a los nuestros, pero entendemos el error humano. En cambio, cuando el partido se suspende para que un ser invisible analice la jugada, esperamos una precisión digna de la NASA. En demasiadas ocasiones, el veredicto decepciona y se presta a sospechas porque el videoárbitro puede entrar en contacto con otras personas, tener una agenda oculta o no intervenir cuando debería hacerlo.
Hace poco, en el partido de México contra Panamá en el Estadio Azteca, Diego Lainez entró al área rival con la pelota, hizo un bailoteo inocuo de espaldas a la portería y se tiró al césped. El árbitro marcó un penal que no fue revisado por el VAR. Con justicia, el narrador Christian Martinoli dijo: “¡La FIFA nos quiere mucho!”. Dos puntos regalados por el arbitraje.
Al crear un tribunal ajeno a la cancha, la FIFA presumió de afán justiciero con un recurso manipulable. Llegamos al fin a la historia del joven árbitro chileno Francisco Gilabert. El 26 de enero presenció esta jugada dentro del área: Diego García, del Copiapó, se barrió ante Walter Mazzanti, del Huachipato, y tocó la pelota, desviándola a córner; el delantero chocó con él y se vino abajo. El lance parecía limpio pero el VAR pidió al árbitro central que lo revisara en la pantalla. Gilabert ratificó su decisión: tiro de esquina. Entonces el videoárbitro dijo en su audífono: “Francisco, por favor, analiza la camiseta”. Había, en efecto, un contacto que no influía mayor cosa. El árbitro sólo entendió lo que le pedían cuando le explicaron que el VAR había recibido una llamada de Santiago, es decir, de la Federación. Ese penal podía mantener a Huachipato en primera división y él debía marcarlo. Gilabert obedeció con amargura y contó la historia en una llamada telefónica que se filtró a los medios: “Me fui con esa sensación de cobrar una cosa que no era”.
Ayer, Javier Castrilli, presidente de la Comisión de Árbitros de Chile, fue cesado. Enfrentaba una huelga por la suspensión de 14 árbitros y el tema del VAR fue la gota categórica.
Metáfora de los intereses humanos, el futbol tiene un juez que dispone de criterio hasta que alguien le dice: “Francisco, por favor…”.