La colaboración entre científicos e instituciones de investigación de todo el mundo es crucial para el avance de la ciencia. Esto ahora, en un mundo globalizado, es más cierto que nunca.  Los científicos de todo el mundo participan en conjunto abordando problemas en los que todos contribuyen, todos opinan y de esta continua fuente de idas salen propuestas que son experimentalmente estudiadas y probadas para garantizan el avance del conocimiento humano.  Para esta empresa es esencial la participación de todos los investigadores del mundo.  

La actividad científica se manifiesta con claridad en la publicación de artículos los cuales previamente son revisados por pares o especialistas del más alto prestigio y reconocimiento del mundo, con objeto de garantizar la calidad de cada contribución, solo así las revistas científicas del más alto prestigio permiten que sean publicados.  

Una vez publicado, las ideas expresadas por los autores de cada artículo son leídas por muchos otros investigadores del mundo, los cuales allí encontrarán la confirmación o refutación de sus propias ideas y resultados experimentales o la inspiración para nuevas propuestas. Este continuo intercambio de ideas es la parte central de la actividad científica. 

Si un país o una comunidad científica es excluida y se ve aislada de este proceso inevitablemente verá afectada la calidad y pertinencia del trabajo científico realizado por dicha comunidad.

Lamentablemente esto es precisamente lo que está ocurriendo con las comunidades científicas de Rusia y Bielorrusia.  Con la comunidad de Ucrania la situación es seguramente peor pues antes de pensar en realizar actividad científica deben preocuparse por sobrevivir a la guerra y por reconstruir toda la infraestructura científica que está siendo destruida.

Siendo yo un pacifista considero que no existe -absolutamente- ninguna forma racional de justificar el asesinato de otro ser humano, en particular niños, mujeres y ancianos.  Toda guerra me parece la evidencia del fracaso e incapacidad de los políticos del mundo para resolver problemas a través del diálogo y las vías diplomáticas.  

Los fanatismos nacionalistas, religiosos y regionalistas han estado siempre a un lado y detrás de todas las guerras y desgracias de la humanidad sobre todo cuando estos fanatismos son manejados por líderes de extrema astucia y perversidad. 

Por otra parte, veo también cierto paralelo entre la actividad científica y la vida democrática sana de una nación.  En ambos casos, lo único que garantiza el progreso (de la ciencia y/o de la sociedad) es el libre flujo de información.  Por ejemplo, cuando un artículo científico reporta un resultado erróneo, la comunidad científica se encarga de modo natural de corregir la situación y hacer notar el error.  Lo mismo ocurre en una democracia sana, en donde los demagogos son evidenciados y detenidos no a partir de la violencia sino a partir del flujo de información que sin censura mostrará los hechos reales. 

Todo país en donde no hay oposición, en donde no hay periodismo libre, o donde se asesina a los periodistas y se mata o encarcela a la disidencia.  Esos países despiertan toda mi sospecha.  No tengo duda; la ciencia y la democracia están fundadas en el libre flujo de información.

Actualmente Rusia, Bielorrusia y Ucrania han quedado fuera de casi todos los proyectos de colaboración internacional.  Esta situación me recuerda a la ocurrida después de la caída del muro de Berlín y de la posterior desintegración de la Unión Soviética.  Se dio una migración de científicos muy altamente calificados de estos países a todo el mundo.  México no fue la excepción y en particular el Centro de Investigaciones en Óptica, en la ciudad de León, logró aprovechar esta situación y contratar a varios científicos del más alto nivel que ahora ya se han nacionalizado y felizmente han echado raíces en nuestro país ¿No será momento de nuevamente contratar a jóvenes investigadores de esos países?

Recordemos que la formación de un científico, desde la educación elemental hasta el doctorado, no solamente es algo costoso, sino que además típicamente toma mucho tiempo, por lo menos un cuarto de siglo.  México podría ahorrarse toda esa inversión y traer a jóvenes científicos en la etapa más productiva de su carrera para que dejen aquí, en beneficio de nuestro país los frutos de su trabajo.

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