“Cuidado de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por fuera son lobos rapaces& por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los abrojos?”
Mateo 7: 15 y 16
Bien advirtió Jesucristo hace 20 siglos: hay que cuidarse de los falsos profetas. La historia de la humanidad está plagada de líderes iluminados que venden baratijas a cambio de fortunas. El último ejemplar se llama Vladimir Putin, quien vendió a sus paisanos la idea de un imperio renovado a través de las armas y el sometimiento de pueblos como el checheno y el ucraniano.
Hitler, Mao, Stalin, Fidel Castro o Hugo Chávez son falsos profetas contemporáneos que vendieron utopías a cambio de poder, de todo el poder. La naturaleza humana permite que grandes masas de población sucumban ante un líder carismático. La constante de los falsos profetas es el sometimiento de la voluntad popular a sus deseos y sus formulaciones utópicas.
Hitler vendió la idea de un Tercer Reich que viviría por mil años bajo la promesa de entregar Europa al dominio de la raza aria. Su profecía, una Germania poderosa, invencible e imperial entró como larva a la conciencia de su pueblo. Lo mismo creyeron los chinos con Mao y los rusos con Stalin. Fidel Castro prometió el paraíso socialista en la isla caribeña de Cuba y gobernó como tirano más de medio siglo. Hugo Chávez lo imitó con terribles consecuencias.
Los frutos de ese sometimiento colectivo fueron terribles: Alemania y Europa vieron morir a 60 millones de habitantes por la guerra. Tan sólo Rusia perdió 20 millones en la operación Barbarroja en una de las guerras más sangrientas de la historia. Stalin condenó a millones en purgas innecesarias donde lo mismo leales que enemigos fueron asesinados.
Por eso la democracia es el único camino posible de la humanidad, si queremos vivir con tolerancia y en paz. No es un sistema perfecto pero es el menos malo de los que conocemos desde la vieja Atenas. Los autócratas producen sufrimiento, muerte y atraso. El ejemplo de Putin no puede ser más claro: dos pueblos hermanos luchan a muerte por las ideas descabelladas de un solo hombre. Ucrania pierde decenas de miles de pacíficos ciudadanos inocentes, además de soldados que están dispuestos a dar la vida por su país. Rusia pierde soldados que ni siquiera sabían por qué iban a Ucrania a pelear.
El daño que causa Putin a su pueblo no tiene una dimensión palpable a pocas semanas de la invasión, pero al tiempo los rusos vivirán como parias en un mundo globalizado. Seguro que ni siquiera son conscientes de lo que les espera y ni siquiera saben lo que sucede más allá de sus fronteras. Salvo los más preparados, que huyen, la gran masa quedará atrapada en un país sin futuro.
Nuestro México permanece al margen de los autócratas porque hace un siglo que la Revolución legisló la no reelección. Eso no quiere decir que la tentación no haya estado ahí, en la Presidencia de la República. Calles quiso perpetuarse. Echeverria enloqueció y aspiró no solo a ser presidente de México sino líder del tercer mundo. Salinas soñó que sus políticas podrían durar cuatro sexenios y quiso ser mandamás del comercio mundial. Fox deliró algún día con lanzar a Marta como sucesora.
López Obrador quiere convertir a la 4T en un proyecto transexenal con Claudia. Todos quieren ser profetas y trascender con sus ideas. Terminado su periodo, todos se convierten en profetas llenos de falsedad.
Por fortuna Cristo, nuestro profeta occidental, vivió hace 2 mil años, predicó el amor y creó una cultura humanista inmortal.