El griego Platón describía en su diálogo “Timeo”, un período conocido como “Teleos eniautos” en el cual se hablaba de un punto de inflexión donde se presentaban en la tierra inundaciones gigantescas o incendios que consumían el mundo o universo entero. De manera similar en la Septuaginta (la traducción griega de la Biblia) se contempla el concepto de “Kataklysmos” en donde se hace referencia al diluvio universal que erradicó todo dejo de vida en la Tierra. Así mismo, existe el relato de la caída de Faetón, en el que se narra el azote de la tierra por Febos (el sol) quien casi acaba con ella calcinándola.
Pues bien, este concepto de catástrofe o evento cataclísmico puede traspolarse a una magnitud humana y esta es condicionada por un problema de salud pública: la sepsis. Este padecimiento se define como un proceso de compromiso y amenaza a la vida de los sujetos que la padecen, originado por una disregulación de la respuesta a procesos infecciosos por parte de los propios pacientes. En la secuencia de eventos se incluye el shock séptico, en el que se identifican anormalidades graves a nivel circulatorio, celular y metabólico, que originan procesos de falla orgánica a diferentes niveles, y en multitud de ocasiones, muerte. Esto como tal es un evento catastrófico para quienes la padecen, los familiares de los pacientes y para los sistemas de salud pública, en especial en países de mediano o bajo desarrollo.
Derivado de las condiciones epidemiológicas, se presentan multitud de poblaciones vulnerables (en especial en países como el nuestro) donde la accesibilidad a servicios de salud y atención de procesos infecciosos no es cabal y de calidad, encontrando a las personas de edad avanzada, mujeres embarazadas o en puerperio, recién nacidos, personas hospitalizadas o en cuidados intensivos, pacientes con VIH, cáncer, trasplantados o con enfermedades autoinmunes, con un riesgo aumentado de presentar esta condición de alto impacto sanitario.
Lo anterior se deriva de realidades que no son capaces de prevenir o anticipar este problema y entre ellas se encuentran la falta de prácticas de higiene como el lavado de manos, preparación segura de alimentos, calidad y potabilización del agua, acceso a vacunación y buena nutrición en la población general. De la misma manera en los ambientes hospitalarios apremia la pobre implementación y supervisión de comités de prevención y control de infecciones, prácticas de higiene (en especial el lavado de manos con la técnica y tiempos correctos) y pobre saneamiento de ambientes y equipos, sumándose lo anterior a la falta de acceso a tratamientos antibióticos sensatos (que no suelen incluir re-evaluaciones para optimizarlos en caso de resistencias o acordes a resultados de laboratorio clínico) y la capacidad disminuida de la detección temprana de signos y síntomas de alerta.
Es importante atender este problema sanitario, puesto que es causa de más de la mitad de las muertes hospitalarias y el impacto económico es desproporcionado en términos de la utilización de recursos asistenciales en salud, siendo uno de los más costosos respecto a otros padecimientos, incluyendo las estancias prolongadas con las que suele cursar. Además, no se pueden olvidar las consecuencias inmediatas, mediatas y tardías de este padecimiento, que aumenta el riesgo de muerte de las personas tras su alta hospitalaria, además de las secuelas corporales y cognitivas severas que impactan en las áreas de productividad, la preservación de relaciones sociales, actividad física y profesional de quienes han padecido este evento catastrófico.
La pandemia por COVID-19 hizo evidentes las carencias y falencias de los sistemas sanitarios mexicanos, que en multitud de centros hospitalarios no son capaces (en términos de recursos humanos, tecnológicos, de materiales, medicamentos e insumos) de hacer frente a este enemigo silencioso y lastimosamente el panorama no es alentador para el futuro cercano. Es imperativo actuar en consecuencia para dar una oportunidad de vida a quienes son víctimas de este cataclismo orgánico. Es tiempo.
Médico Patólogo Clínico. Especialista en Medicina de Laboratorio y Medicina Transfusional, profesor de especialidad y promotor de la donación altruista de sangre