Según estimaciones de la Secretaría de Hacienda, costará al erario unos 300 mil millones de pesos el subsidio a las gasolinas. El objetivo noble pudiera ser el combate a la inflación. El problema es que no es un subsidio directo para quienes menos tienen. Lo hemos comentado: ¿de qué sirve subsidiar la gasolina premium, la que usan los autos más caros?
Al subsidiar el diésel los precios del transporte público pueden mantenerse estables, y dar un poco de alivio a la gasolina normal, también ayuda. Pero la carga es demasiado grande y puede desestabilizar las finanzas públicas.
Con 25 mil millones de pesos al mes, el Gobierno podría subsidiar directamente el consumo de tortilla, frijol, arroz, lácteos y los productos de la canasta básica. El dinero iría al bolsillo de quienes más lo necesitan. También podría entregarse un pago directo a los salarios mínimos como se hacía antes.
El problema es que Morena está enredado en las promesas de López Obrador de no tener “gasolinazos”. Un compromiso que costará mucho más a quienes menos tienen al desviar recursos indispensables para frenar la inflación donde menos se necesita. Escuchamos que ahora quieren congelar los precios del transporte ferroviario. Puede ser una ayuda temporal pero no funciona a la larga.
La gran pregunta es si la inflación permanecerá por algunos meses o serán años de constantes aumentos. Si Estados Unidos decide apagar el incendio inflacionario, la Reserva Federal tiene que hacerlo restringiendo el dinero con mayores tasas de interés. Tiene que retirar dinero del mercado “achicando” su balance. El problema es que eso produce recesión.
La última vez que Estados Unidos y el mundo sufrieron una inflación alocada fue a principios de los 80. Paul Volcker, quien era el gobernador de la Reserva Federal, metió el freno más grande a la economía del que hayamos tenido noticia. Eso le costó la presidencia a Jimmy Carter y abrió el camino a Ronald Reagan.
Recuerdo que las tasas en dólares llegaban al 18% y en México, después de la nacionalización de la banca, lo que se le ocurrió a José López Portillo fue poner límite de precios a las tasas de interés a un 36%. Decretar control de precios al dinero fue una locura. Fueron años aciagos.
En el mal afamado neoliberalismo, los precios deben acomodarse al mercado. Como decía Ángel Gurría: el enemigo de los precios altos son los precios altos. Si la gasolina Premium estuviera en 35 pesos poco afectaría a quienes tienen autos que usan ese combustible. Habría mayor conservación y los contribuyentes no tendrían que patrocinar subsidios a los ricos. Si la gasolina verde costara 30 pesos, sería un gasolinazo, pero el dinero que se le mete sería mucho más útil creando subsidios a la canasta básica, al transporte público y directo al salario mínimo.
La inflación depende ahora de lo que haga Estados Unidos y lo que suceda en la guerra de Putin. Si se prolonga, los europeos tendrán que reducir sus consumos de gas y petróleo de Rusia. De hecho Putin canceló las ventas a Polonia y a Bulgaria.
Faltan 29 meses para que termine la administración y 25 para la elección presidencial. Es nada si el Secretario de Hacienda mantiene estable la macroeconomía. Cualquier crisis como las de fin de sexenio de Salinas, puede descarrilar a Claudia o a Marcelo, quien sea el tapado. La sombra del “gasolinazo” y la inflación afecta como hace mucho tiempo no sucedía.