Los pasajeros lo sabían cuando viajaban por la Línea 12 del Metro al igual que los conductores; lo veían los transeúntes debajo del puente y también los técnicos de mantenimiento. El convoy del tren no podía vibrar tan fuerte; hacer tanto ruido cada vez más fuerte, cada día más preocupante. No sólo eran las ruedas de fierro, ni siquiera los pernos que amarraban los elementos estructurales del puente elevado. Ahora adivinamos que era todo. Un pequeño jalón a cada paso del tren a los elementos de acero que mantenían la tensión de la viga quebrada en dos. 

Las fotografías de la estructura muestran grietas desde antes, fracturas en varias partes de la línea. Si no hubiera fallado una viga, habría fallado la siguiente. Todo era cuestión de tiempo. Como dicen los expertos en estructuras, las obras avisan. A veces lo hacen con vibraciones inusuales o con sonidos chirriantes. Las grietas eran preocupantes. Por eso es necesario que haya una supervisión permanente para dar mantenimiento y evitar lo que sucedió. 

Los noruegos, expertos en este tipo de fallas, fueron contratados con las mejores credenciales; pronto encontraron errores en el montaje de los pernos de amarre, pero eso no era todo, no podía serlo. Los pernos estaban ocultos, fundidos con el concreto. Eran las “tripas”, lo de adentro. Casi imposible detectar cuándo y cómo fallarían. Lo que estaba fuera, “escondido” a simple vista, era el gemido de los rieles y las ruedas del tren, según los testimonios de los pasajeros. 

Curioso que la empresa Det Norske Veritas, contratada por el gobierno de la CDMX y exaltada en principio por la jefa de gobierno Claudia Sheinbaum, comenzara por lo de adentro y guardara sigilo por lo evidente de afuera: diseño inadecuado, construcción apresurada para inaugurar. Vaya usted a saber qué más “vicios ocultos” tenía la obra. 

Esas fueron las fallas técnicas que cobraron la vida de 26 e hirieron a más de cien. Víctimas verdaderas de la irresponsabilidad de alguien a quien quieren proteger. Más de una vez lo repetimos: el problema estuvo ahí durante meses y nadie lo atendió. Eso se llama falla de mantenimiento. Lo sabían bien los ingenieros del Metro, lo sabían los técnicos y claro que lo sabía Claudia Sheinbaum. ¿Por qué esperaba un tercer informe de la empresa noruega  DNV distinto a la realidad?

Lo peor: Sheinbaum quiere convertirse en la víctima alegando fantasías. Esa es la narrativa que los capitalinos no podrán tragarse, que seguramente causará su baja en las aspiraciones presidenciales. Como genuina victimista de la 4T, alega complot. Los conservadores, los fifís, los traidores a la patria, se metieron en el alma fría de los nórdicos y los corrompieron para jugarle trampas, para hacerla ver mal. Por eso no puede mostrar sus resultados, por eso demanda y oculta, se lamenta y rehuye su responsabilidad. 

Después de 41 meses de gobiernos morenistas victimistas, la credibilidad de los actores comienza a ceder tanto como la resistencia de las vigas de la línea elevada. En pocos días los noruegos, o sus colaboradores, filtrarán el informe. Lo peor que les puede pasar es que no les paguen sus servicios y los demanden. Pero eso ya lo anunció el gobierno capitalino, así que no perderán mucho. Tienen que defender su verdad y su prestigio. Voltearán la tortilla a los abogados de la CDMX. ¿Dudan de nuestro peritaje? Tengan para que aprendan. Lo harán público con una “filtración”. El cuento de que no siguieron la metodología, que se apartaron de la ciencia de las estructuras y el análisis forense de la falla, no lo creerá nadie.

 

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