La única vez que México tuvo el valor de denunciar la constante violación de los derechos humanos en Cuba fue en el sexenio de Vicente Fox. El entonces canciller, Jorge Castañeda, puso las cosas en claro. Nuestro país no podía pregonar sus aspiraciones democráticas después de la primera alternancia sin desear ese bien universal para todos los pueblos. 

Cuba tiene un gobierno dictatorial, policial y represor. Implacable en su ideología comunista,  hundió a su pueblo en la pobreza y la desesperanza. Como en la peor pesadilla, la población no puede pensar distinto, trabajar distinto, producir distinto o vivir distinto a lo que el partido comunista ordena. 

México construyó una narrativa antiyanqui desde los primeros días de la Revolución. A los diplomáticos del PRI les parecía que Cuba tenía derecho a su revolución, que Castro era un libertador y no un represor. Con una maña visible, nuestro gobierno pretendía no “ceder ante las intentonas imperialistas”  de Estados Unidos. Se usaba a Fidel Castro como espantapájaros. 

Cuando  algunos líderes guerrilleros quisieron importar la revolución cubana durante el sexenio de Luis Echeverría, el Ejército Mexicano los exterminó. La doble moral política del PRI decía por un lado que la Revolución Cubana era un movimiento popular respetable y por otro fulminaba cualquier levantamiento interno parecido. La preocupación real era estar bien con Fidel para que no exportara su invento a México, para que no se metiera con nosotros como lo hizo en Bolivia con el Che Guevara y luego con Centroamérica. 

Como el antiimperialismo era de dientes para fuera y sólo un eslogan político, los norteamericanos se limitaron a vigilar el curso del país. Lo que les interesó siempre fue que no cayéramos en la esfera de la Unión Soviética, cosa que a la cleptócrata burocracia autoritaria del PRI no le interesaba nadita. 

Cuba nunca prosperó y sus avances sociales sólo avanzaron financiados por el dinero soviético. Cuando cayó el muro, Cuba se derrumbó. A la debacle le llamaron con un eufemismo: Periodo Especial. Después de unos años llegó Hugo Chávez al rescate con recursos y petróleo. El dictador bolivariano quiso jugar al benefactor de Cuba y Centroamérica. El chiste costaría muchos recursos a Venezuela. Cuando el petróleo colapsó en 2009 y Venezuela no pudo más, las dos economías estatizadas se hundieron. 

En el primer sexenio de Acción Nacional, Hugo Chávez vino a México y Vicente no lo atendió como colega jefe de estado. Era claro que no lo soportaba. Fidel hizo famoso el “cenas y te vas” de Vicente con una grabación oculta cuando había incomodidad de George Bush en compartir la mesa con el dictador. Al tiempo vemos que Fox se quedó corto. El PAN nada le debía a la dictadura, por el contrario, los ideales de libertad económica y la lucha democrática de ese partido debieron fortalecer a la disidencia cubana norteamericana. Jorge Castañeda lo hizo pero no llegamos a la ruptura. Nada hubiéramos perdido, por el contrario, México pudo desmarcarse del tirano Fidel y el terrible desprecio a los derechos humanos de su pueblo. Los cubanos, que no su gobierno, lo merecían. 

El Presidente López Obrador regresa a la retórica priísta de los setentas. López Portillo dijo: “lo que le hagan a Cuba se lo hacen a México”. Tremenda estupidez. Si antes se pensaba que Cuba servía de espantapájaros, ahora no sirve para nada. El mito del embargo, el cuento del imperialismo, son un lastre para México. Enfrentarnos a Estados Unidos pero  defender dictaduras sólo traerá males. Quienes luchan por la democracia, el liberalismo y los derechos humanos fundamentales, no pueden estar del lado de Cuba, Venezuela y Nicaragua. Tampoco quienes entiendan un mínimo de economía y política. 

 

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