Sin avisarle a Ricardo Sheffield, titular de la Profeco, le tumbaron dos de sus segundos y quisieron ponerle al guanajuatense Miguel Ángel Chico de director jurídico de la dependencia. Todo bajo el patrocinio de Adán Augusto López, secretario de Gobernación. Sheffield, quien no es dejado, pataleó y no permitió la llegada de Chico. ¿Qué tenía que hacer el Secretario de Gobernación metido en los asuntos de la Profeco?
Tatiana Clouthier, de Economía, inventó un plan para revisar los coches chocolate para que no metieran basura mecánica al País. Su idea era defender el mercado interno del contrabando de autos norteamericanos, autorizado por decreto. El presidente López Obrador la puso como lazo de cochino. Dijo que el gobierno no iba a saquear a los ciudadanos con más gastos y que esas eran prácticas del pasado neoliberal. Tatiana se convirtió en la “Tatis”, agachó la cabeza y dejó mal parada la prosapia política de su apellido.
Julio Scherer, ex jefe jurídico de la Presidencia, vive trenzado en un pleito de máscara contra cabellera con el fiscal general, Alejandro Gertz Manero. El Fiscal le envió una lista de más de 50 ilícitos de los abogados con los que trabaja el socio de la revista Proceso, pero antes Scherer había denunciado corrupción del mismo Gertz ante la rama especializada en su combate en la misma Fiscalía.
Sorpresa se llevó Gertz cuando el juez Felipe de Jesús Delgadillo Padierna, desestimó todas las acusaciones enderezadas contra los socios de Scherer y de pasada regañó al Fiscal. Un indiscutible triunfo para Scherer quien posiblemente cuenta con la ventaja de la mano amiga de su cuasi hermano de Palacio.
Marcelo Ebrard sale de Palacio después de una reunión del más alto nivel con Ken Zalazar, embajador de EU. En una entrevista banquetera atiende a la prensa cuando un fulano lo increpa a gritos. El político, de colmillo retorcido, le dice que se calle porque ya desahogó su sueldo. Más que un mensaje para el gritón, era para Claudia Sheinbaum, a quien indirectamente la acusa de pagar para que le peguen.
Mientras eso sucede, Ricardo Monreal, el líder del Senado, se deslinda de casi todas las políticas públicas de López Obrador. El último ejemplo fue su postura a favor de la UNAM ante los ataques del propio Presidente. El precandidato que no es corcholata ya no juega en la cancha de la 4T.
Lo que vemos es una progresiva descomposición de la cadena de mando en el Gobierno. Un show cotidiano de malos entendidos, regaños sin sentido y descontrol político. Lo más espectacular es el pleito de Gertz con Scherer. El Fiscal debería comprender que hay malestar por todas sus tropelías y que López Obrador también tiene un fusible cuando el costo político pueda convertirse en precio electoral.
Sin embargo, Gertz no comprende y ahora va contra el juez que no le dio el gusto de vincular a proceso a los socios de Scherer. Seguro enfureció tanto que llegará hasta con el supremo de la Corte, Arturo Zaldívar, para pedirle una sanción para su juez. No se da cuenta que el Presidente decidió en favor de su cuasi hermano y pondrá los anuncios necesarios en el camino para que se vaya. La salida de Gertz le sumaría puntos de popularidad al Mandatario, cosa muy apreciada en Palacio.
Administrar el relajo político parece un disfrute de quien tiene, hasta hoy, todo el poder.