Rodolfo Hernández, el candidato a la presidencia de Colombia de 77 años, está a punto de convertirse en el primer mandatario independiente de ese país. Desde hace meses seguimos su trayectoria desde la alcaldía de Bucaramanga hasta su exitosa campaña nacional. 

A Hernández lo tachan de “populista” porque no tiene una ideología conservadora o progresista, porque sus propuestas son de orden práctico y apegadas a su experiencia como empresario exitoso de la construcción y buen alcalde. 

Hay que ver sus entrevistas para comprender que un “viejo” de esa edad puede reinventarse en espacios que son territorio Tik Tok y otras redes sociales. Sin alianzas, sin grandes recursos para campaña, logró pasar la primera vuelta electoral como número dos con el 28% de la votación. Gustavo Petro, el izquierdista, ex miembro de la guerrilla, ex alcalde de Bogotá, obtuvo el 40%. 

Las encuestas dan una ligera ventaja a Hernández. Todos, quienes tienen miedo de la izquierda populista prefieren a un empresario predecible que a un izquierdista que parece radical aunque no lo sea tanto. Petro es el preferido de Andrés Manuel López Obrador y lo manifiesta a pesar de repetir una y otra vez que respeta la política nacional de no intervención en los asuntos de otros países. 

En Colombia, los ciudadanos son testigos del daño que infligieron Chávez y Maduro a sus ciudadanos con más de 2.5 millones de inmigrantes refugiados. En varias horas de entrevistas con Hernández, la agudeza del político aflora y pregunta: ¿a quién le dejarán la chequera del país, a Petro o a mí? 

Hernández, de origen humilde, estudió Ingeniería Civil y prosperó como constructor hasta lograr un patrimonio de 100 millones de dólares. Su campaña está basada en no tener alianzas con ningún partido, con ningún otro candidato y la promesa de administrar con honestidad al país. 

Petro apuesta por un cambio radical donde haya más impuestos para los ricos y mayor igualdad. Su agenda progresista es parecida a la de Gabriel Boric, de Chile, pero más radical. Si llega a la presidencia, hará cambios que muchos igualan a los que realizó Hugo Chávez en Venezuela y no a la izquierda moderada de Ricardo Lagos y Michelle Bachelet en Chile. 

En México no estaría mal preguntar al ciudadano: ¿a quién entregaría la chequera del país?

Otra de las virtudes de Hernández es decir que él no lo sabe todo. Cuando le preguntaron si permitiría la explotación petrolera por medio del fracking, respondió que él no era experto en ese tema y preguntaría  a quien sí sabe. Un ejemplo de humildad que le ha granjeado simpatías. 

El domingo próximo sabremos si en Latinoamérica crecerá la influencia de la izquierda populista o el capitalismo popular. Los moderados gobernaron Colombia desde hace buen tiempo y ahora la mayoría elegirá no sólo el destino de su país, sino también el humor de todo un continente. En México será un triunfo para López Obrador si gana Petro y una derrota si triunfa Hernández. El propio Presidente se metió en la campaña al designar favorito. Por su acendrada ideología escogió al radical de izquierda, a quien promete, como él, una transformación de fondo a la política y la economía de Colombia. 

Si gana Hernández será una derrota para las autocracias socialistas, para las izquierdas nacionalistas y las dictaduras como Cuba, Nicaragua y Venezuela. El domingo se acerca con un nuevo giro sorpresa. Estaremos al pendiente. 

 

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