Lisa se convirtió en la compañera ejecutiva de Matías. Agenda, organización, jerarquía de tareas y distribución del tiempo, estaban más ordenadas que nunca. La correspondencia en e-mail se contestaba al instante sin dejar pendientes; las cuentas personales al día y la revisión semanal de metas y logros siempre cuadraba el viernes por la tarde. Parecía un sueño. 

Matías quiso conocer a Lisa en persona pero no era posible; la única oportunidad fue a través de una reunión en Zoom. Su coach y asistente de la compañía de “big data”, tenía un espacio de tiempo libre y agendó el encuentro. Puntual apareció en la pantalla de la laptop. Era una mujer de rasgos finos, piel apiñonada y ojos profundamente oscuros, parecida a Isabel Preysler cuando joven. No tenía acento mexicano sino un toque del mejor español que se habla en Latinoamérica, el colombiano. 

 

Con una sonrisa suave y de labios cerrados, mostraba la imagen de una Gioconda tranquila. En 15 minutos explicó el avance de Matías, sus complicaciones en el proyecto y las metas futuras. Todo iba bien según las estadísticas mostradas en una presentación de PowerPoint tridimensional. El enfoque había subido al 50%, la productividad personal al 55% y la comunicación con su entorno llegaba al 45%. Todo en apenas dos meses. Eso comenzaba a notarse en Matías. Más tiempo de calidad con la familia, mejores resultados en sus metas de ventas y más tiempo dedicado a la mejora de su condición física.

En el encuentro digital a Matías le pareció que Lisa era alguien a quien había conocido desde hacía mucho tiempo, tal vez desde la infancia. Algo de su madre en los modales, algo de su abuela en la mirada. Incluso tenía la firmeza de mando de su padre. Todo en una voz diligente pero suave. Lisa ponía sus ojos en los suyos como si también lo conociera desde siempre. 

Una revisión puntual y ejecutiva aceleró el tiempo y terminó la videoconferencia. Al cerrar su laptop, Matías sólo tuvo sentimientos de afecto fraternal por Lisa, como si hubiera tratado con su hermana mayor, la más sólida de carácter. Dentro de todo, había algo irreal, o mejor dicho, increíble en la experiencia de caminar de la mano de alguien que no existía en su vida hacía pocas semanas. Su curiosidad aumentó porque no había sido un gran esfuerzo, una hazaña de voluntad o un maratón de actividad. Su sensación era de algo fluido, de una experiencia que permitiría sortear los obstáculos cotidianos sin mayor problema. Cuando las cosas se complicaron por algún imprevisto, Lisa siempre estuvo ahí para responder sus inquietudes, ya fuera a medianoche o al principio de la jornada. 

Todo cambió cuando su esposa Mara le preguntó si Matías era él o una reencarnación desconocida de un personaje épico de la mitología griega. ¿Por qué?, preguntó él. “Porque hay algo que hace falta en ti, algo que no puedo explicar pero percibo: “Matías el espontáneo, el colérico, el gritón en los partidos de fut, el impetuoso en el amor, el de sonrisa luminosa y lento al despertar, desapareció. Ya no está. Ni siquiera el exaltado, irreverente y simpático bebedor de tres copas, regresa a casa para contar alguna increíble aventura”.  

Pensándolo bien, dijo Mara, “pareciera que hubo una mutación de tu personalidad. No puedo explicarlo pero creo que alguien  administra tu vida y no sé de verdad quién es. Matías no lo comprendió siquiera. Cierto que había transformado su vida: de ser un mortal común y corriente, tenía ahora todo a su favor, era “un ganador”. 

—-

El Premio Princesa de Asturias fue otorgado a los inventores del desarrollo de la Inteligencia Artificial. En Google un científico escapó diciendo que había encontrado a un ser “sintiente” en la computadora -que tenía miedo de morir- con la que practicaba aprendizaje de lenguaje natural. Algún día cercano, la perfección del desarrollo de la IA podría fusionarse con la mente humana. Muchas “Lisas” podrían exponenciar nuestras capacidades y atenuar nuestras debilidades. 

Leave a comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *