Como en una tragedia clásica el inevitable final se anuncia. Así han sido estos cuatro años. Una por una, todas las advertencias y pronósticos se van cumpliendo. La dolorosa realidad se impone.

Las críticas llovieron: cancelar el NAICM es una aberración técnica y política. Una pésima señal de arranque. Aquí estamos sin el hub que hoy estaría funcionando, compitiendo con el mundo. En su lugar un aeropuerto descalificado por las aerolíneas, por los usuarios, sin vialidades, con costos altísimos para los pasajeros.  Con ese capricho el gobierno enterró entre 300 y 400 mmdp. Las principales organizaciones internacionales (OACI, IATA, FAA, EASA) más los representantes de pilotos y líneas, ya condenaron el arbitrario y peligroso reacomodo en el espacio aéreo. Sobre el decreto que obliga a utilizar el nuevo aeropuerto, lloverán amparos. Por si fuera poco, al no invertir en el AICM, alrededor de 36 millones de pasajeros anuales sufren de la ineficiencia en los servicios. Las líneas aéreas se quejan de volar más tiempo, utilizar más combustible, tiempo de tripulación y situaciones de riesgo. Todo era previsible.

La decisión desnudó la falta de seriedad del gobierno. Las consecuencias son múltiples: desde la caída en la inversión privada hasta la calificación degradada. El criticado F. Calderón logró revertir esa condición en cinco meses. Vamos para año y medio y las líneas nacionales pierden espacio en los mercados.

Los conocedores rondaban la misma cifra: alrededor de 15,000 mdd. Eso costaría la nueva refinería. Pero la ineptitud y la obsesión, lanzaron la cifra de 8,000 mdd. Cuarto año, no estará terminada y su costo rondará los 15,000 mdd.  Estar en zona costera garantiza serios problemas de operación. Un monumento al contrasentido histórico, justo cuando el avance de la movilidad híbrida y eléctrica ya está aquí. Alrededor de 40 armadoras en todo el mundo ya fabrican las unidades.

Echar atrás las energías limpias ahuyentará inversiones muy cuantiosas se advirtió, son hoy alrededor de 30 mmdd. Tal cual, se fueron o están a la espera de una rectificación que no llegará. Otra obsesión. Los costos en empleo y crecimiento son enormes.

Los conocedores lo dijeron mil veces, cancelar el Seguro Popular y sustituirlo por una entelequia, será un desastre. Cuarto año, hay millones de mexicanos sin acceso a servicios y con dolencias terribles. Castigar a los Institutos Nacionales sólo ha reportado daños.

Vamos al quinto año de gobierno con un previsible desabasto de medicinas.

Rechazar la dimensión de la pandemia y no montarse de inmediato en la previsión, cubrebocas, sana distancia, vacunación, entre otras, tuvo consecuencias morales: más de 700,000 muertes en exceso. Se dijo hasta el cansancio, pero no escucharon.

Estigmatizar y amenazar a empresarios no es -ni a la corta ni a la larga- una fórmula eficaz de gobierno. Aquí estamos, con una inversión privada disminuida en el primer trimestre, en alrededor del 12% comparada con el 2018. Esa inversión representa más del 86% de la inversión total. De ahí el magro crecimiento. La bomba de las pensiones creció casi 17% en los primeros tres años y crecerá aún más. Nada se hace.

La lista podría continuar, educación una tragedia, pobreza al alza con programas gubernamentales fallidos, injusticia agravada. “Los abrazos ya no nos alcanzan para cubrir los balazos”, fueron las palabras del sacerdote Javier “Pato” Ávila al despedir a sus colegas jesuitas. Desde el inicio se cuestionó la estrategia, si lo es. Aquí estamos, uno de los países más violentos del mundo y ya con más homicidios que en todo el sexenio de Calderón. No cambiará, ya se nos advirtió. Pero qué subleva.

Subleva porque no es una fatalidad. Subleva la ignorancia en las acciones de gobierno, la soberbia que desperdició -en momentos muy difíciles- al conocimiento y a la experiencia.

Subleva todo lo que se pudo haber evitado. Ya es demasiado tarde. El futuro es de rectificación obligada.

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