Si bien pareciera que se vive en una sociedad científicamente inculta, donde la ciencia no se percibe como parte fundamental de la cultura de las poblaciones (e incluso se pudiera tener un dejo de que la ignorancia en los terrenos científicos es algo de presumir), la realidad es distinta: las personas tienen el deseo de aprender, además de un genuino interés por el quehacer científico, puesto que la curiosidad y la avidez de conocimiento es intrínseca al ser humano.
Por ello, es una labor fundamental de los denominados “científicos” volverse mucho más atractivos para el mercado, y los comunicadores en ciencia tienen la compleja labor de llamar la atención del público sobre lo valioso que es el conocimiento y el ejercicio del pensamiento y su contribución a la sociedad.
Derivado de lo anterior es que la comunidad científica tendrá que apelar a volverse semillero de comunicadores, puesto que existe esa necesidad por satisfacer que es la de comunicar y difundir la ciencia y el pensamiento razonado que la sostiene. No es sencillo, puesto que estas tareas de divulgación no son del todo reconocidas (o bien pagadas), pero hay que entender que el hacerlo tiene componentes positivos que no pueden dejarse de lado, como son el combatir la ignorancia y desinterés en las diferentes naciones y regiones, buscar apoyo a la ciencia y su financiación, reforzar la reputación conseguida de los científicos como proveedores de soluciones y alternativas a los problemas humanos, abrir puertas a nuevos proyectos e incluso el transformar ideas en patentes industrializando y comercializando las investigaciones aplicadas.
Estas tareas deben ser llevadas a cabo por un colectivo integral, que tenga objetivos y herramientas compartidas y se habrá de echar mano de periodistas, divulgadores, empresas, instituciones y los propios científicos. Estos últimos, los expertos en sus diferentes especialidades, habrán de practicar el ejercicio de divulgación logrando un equilibro en tono y nivel adecuados para la promulgación de ideas y conocimiento y de igual manera practicar la mesura y prudencia para no sucumbir a la tentación de hacer afirmaciones categóricas o “irrebatibles” (contrarias a los fundamentos del propio debate científico) promoviendo siempre el pensamiento crítico y desafío a lo establecido (motor fundamental del desarrollo).
De la misma manera, los expertos en ciencia tendrán que apoyarse en los mensajeros o intermediarios de la comunicación, es decir, los periodistas en todas sus vertientes (prensa impresa, digital, radio, televisión o redes) que tienen esa capacidad de amplificar lo considerado relevante (contenido de calidad) y de hacer accesible a las poblaciones el mensaje de promoción de la ciencia.
Si bien en ocasiones es complicado vender ese concepto de “contenido atractivo”, es donde se pueden llevar a cabo sesiones integradas para hacer más suculentos los temas de abordaje científico. Así mismo, las instituciones y empresas habrán de dedicar espacios y recursos para la divulgación, pues para su propia supervivencia incluso, se requiere del desarrollo e innovación que solamente la ciencia puede proporcionar.
Sirva entonces esta columna para animar a los colegas dedicados a la ciencia en todas sus vertientes, para que aceptemos el reto de informar y contar las cosas que ocurren, apelando a los hechos y evidencia, además de explicar el contexto en el que ocurren estos eventos ofreciendo una visión amplia y variada del tema a tratar, incluyendo también el ejercicio de opinar, expresando nuestras ideas, suposiciones, pensamientos o criterios bajo el respaldo de una rigurosa metodología y apelando a evitar el sesgo al máximo.
Es nuestra labor volver de nuevo atractivo el pensar, el razonar y contemplar y analizar la realidad. Dejemos de lado la apatía y pongamos de nuevo en la palestra a la ciencia. Es tiempo.
Dr. Juan Manuel Cisneros Carrasco, Médico Patólogo Clínico. Especialista en Medicina de Laboratorio y Medicina Transfusional, profesor de especialidad y promotor de la donación altruista de sangre
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