“Y una vez que tengamos las dos refinerías, vamos a bajar los precios de los combustibles”.
Andrés Manuel López Obrador, 11.4.18
El 11 de julio de 2018, días después del triunfo electoral de López Obrador, entrevisté en radio a Rocío Nahle, quien afirmó que el nuevo régimen “rehabilitaría” las seis refinerías existentes y construiría una más, no dos como prometía el candidato en campaña o su Proyecto de Nación. Las rehabilitaciones se llevarían a cabo en seis o siete meses, mientras que la nueva refinería estaría produciendo “en tres años y costaría alrededor de 6 mil millones de dólares. Una refinería bien operada, bien trabajada, se paga sola en cinco o seis años. Por eso es que en otras partes se construyen”.
En Asia, efectivamente, se han construido muchas, pero no en Norteamérica. La última de Estados Unidos, donde hay actualmente 129 en operación, fue la de Targa Resources en Channelview, Texas, que empezó a operar en 2019; pero no es una refinería completa, sino una simple separadora de condensados. La última refinería con capacidad significativa, según la U.S. Energy Information Administration, es la de Marathon en Garyville, Indiana, que empezó a producir en 1977, hace 45 años.
Los especialistas cuestionaron el proyecto de la nueva refinería. Solo el proyecto ejecutivo se tomaría un año y la construcción tres o cuatro más. El costo de una refinería de crudo pesado, como el mexicano, oscilaría entre 12 y 20 mil millones de dólares y no sería rentable. En agosto de ese mismo 2018, sin embargo, Nahle me dijo: “Quizá le cueste 20 mil millones a Peña Nieto, pero con Andrés Manuel serán 6 mil millones”.
El Presidente inauguró formalmente la refinería Olmeca este 1ro de julio, aunque está todavía sin terminar. Si bien dicen que producirá 170 mil barriles diarios de gasolina y 120 mil de diésel, no sabemos cuándo. En cuanto al costo, al empezar el proyecto el presupuesto ya se había elevado a 8 mil millones de dólares. Hace unos días Bloomberg publicó un cálculo que cifraba el precio total entre 16 mil y 18 mil millones de dólares. El 24 de junio el Presidente respondió: “Sí hubo un aumento, pero no 18 mil millones. pues como un 20, 30 por ciento. O sea, va a salir como. 11 o 12”. La verdad, sin embargo, es que el gobierno no ha publicado cifras completas verificables.
Mientras tanto, la promesa de que en seis o siete meses se rehabilitarían las otras seis refinerías ha caído por tierra. Durante el primer trimestre de 2022 estas operaron al 50% de su capacidad, según el IMCO. El propio Presidente ha dicho que la “modernización” continúa. Pemex también ha adquirido el 50% que no tenía de la refinería de Deer Park en Texas, lo cual no estaba en los planes.
Como todas las obras de López Obrador, esta también se ha hecho de manera improvisada. El proyecto no tuvo análisis de costo-beneficio, ni contaba con manifestación de impacto ambiental al empezar. Por azares del destino se está construyendo en un momento en que los precios del petróleo y la gasolina están a niveles históricos, lo cual debería ayudar a su rentabilidad, pero los subsidios al consumo de gasolina hacen difícil que la refinería termine siendo rentable.
AMLO dice que el proyecto permitirá al País ser autosuficiente, pero no explica por qué esto es bueno. Felipe Calderón también argumentó razones de seguridad nacional para su refinería de Tula, Hidalgo, cancelada por Enrique Peña Nieto porque no era rentable. Al final el sueño de construir una nueva refinería le está saliendo muy caro a México.
Más rentable
Lo dije varias veces, entre ellas el 25 de febrero de 2011, cuando cuestioné la refinería de Tula de Calderón: “Sería más rentable comprar una ya existente en Estados Unidos y operarla”. A pesar de la opacidad de la operación de Pemex, parece que, efectivamente, ha tenido más sentido comprar Deer Park que construir Dos Bocas.
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