“Once millones de personas viven en las sombras. Yo creo que ya son ciudadanos estadounidenses”.
Joe Biden
¿A qué va López Obrador a Washington? A pedir visas y dinero. ¿Y para qué lo invita Joe Biden? Porque necesita apoyo con los electores de origen mexicano para los comicios intermedios de noviembre.
Una visita de trabajo de un presidente mexicano a Washington no genera mucha atención en los medios estadounidenses. En vano buscaremos notas de primera o reportajes importantes en periódicos o noticiarios de la Unión Americana. Pero eso no le quita importancia. La relación entre México y Estados Unidos nunca ha sido la más atractiva en Washington, pero nadie niega su relevancia fundamental. México es el segundo socio comercial de la Unión Americana, solo detrás de Canadá, y el origen más importante de sus inmigrantes indocumentados.
El presidente López Obrador afirmó ayer: “Lo que queremos es que la migración no sea forzosa. Nosotros queremos que sea opcional y, desde luego, legal, completamente legal. Que se llegue a un acuerdo, ordenar el flujo migratorio, legalizarlo tanto para los que ya están allá, que trabajan honradamente, viven en Estados Unidos, contribuyen al desarrollo de esa gran nación, como los que, por necesidad, tienen que ir a Estados Unidos”.
Nadie puede cuestionar esta posición, especialmente en un momento en que la desocupación en Estados Unidos se encuentra en 3.6%, un nivel muy bajo en un país con seguro de desempleo. Estoy 100 por ciento de acuerdo con Andrés Manuel cuando dice: “La inflación puede originarse circunstancialmente por la pandemia, por la guerra, pero lo estructural tiene que ver con la falta de producción. ¿Por qué negar que hace falta fuerza de trabajo, que hace[n] falta trabajadores?”.
El problema es que los inmigrantes no son populares en Estados Unidos (ni en México, ni en otros países) y Biden necesita fortalecer su popularidad para conseguir un triunfo demócrata en las elecciones del 8 de noviembre. En febrero de este 2022 el presidente registraba una aprobación de solo 38 por ciento en una encuesta de Harris y el Centro de Estudios Políticos Estadounidenses (CAPS) de Harvard, pero su calificación más baja la registraba en inmigración, donde caía a solo 32%.
No sorprende que varios políticos estadounidenses, y no solo Donald Trump, también el tejano Greg Abbott y el floridano Ron DeSantis, estén buscando proyectarse como los verdaderos enemigos de la inmigración ilegal. Este 17 de junio el gobernador DeSantis anunció la creación de una “fuerza de choque”, sí, un término de guerra, “para proteger a los floridanos de la crisis fronteriza de Biden”. Aunque el presidente quisiera legalizar a indocumentados y permitir el acceso a más migrantes legales, difícilmente lo puede hacer ahora sin correr el riesgo de perder la elección.
Sería más rentable políticamente para Biden arrojarle dinero al problema, en la forma de asistencia económica para México y Centroamérica, pero la experiencia nos dice que esto servirá de poco o nada. Pese a que AMLO afirma que sus programas sociales reducen la emigración ilegal, su gobierno ha coincidido con un aumento muy importante en el número de mexicanos que buscan cruzar ilegalmente la frontera.
Hoy, con la escasez notable de mano de obra en la Unión Americana, sería el momento ideal para legalizar definitivamente a los dreamers, nacidos en México pero que no han conocido más patria que Estados Unidos, y abrir las puertas a un esquema sensato de migración legal. La política, sin embargo, tiene reglas muy distintas a la economía. Si Biden impulsa una apertura migratoria, estará cavando su propia tumba.
Sin avión
Cuatro funcionarios acompañan a AMLO a Washington, así como su esposa. Un equipo de respaldo ha tenido también que trasladarse. ¿No tendría más sentido usar el avión presidencial, que para eso se tiene y nos cuesta?
Twitter: @SergioSarmiento