VAYA QUE fue productiva la reunión de Andrés Manuel López Obrador con Joe Biden. El presidente mexicano se trajo el compromiso norteamericano de otorgar 300 mil visas de trabajo. ¿Cómo que no fue así? Bueno, pero al menos logró la liberación de Julian Assange. Tampoco. ¿Y la Estatua de la Libertad? Sigue en su sitio. Las delirantes amenazas de su demolición, como el viento a Juárez, no tocaron el fuego de su antorcha.
DEL lado norteamericano lo que más llamó la atención fue que López Obrador agarró el micrófono y no lo soltó… ¡durante media hora! Ni aguantan nada. Luego de la breve introducción de Joe Biden, el tabasqueño sintió que estaba en la mañanera y que enfrente tenía a Lord Molécula.
CUENTAN que la poca prensa estadounidense que siguió la reunión nomás no daba crédito al sermón de AMLO, pues en lugar de centrarse en asuntos específicos y de la agenda bilateral, se dedicó a divagar y darles a los gringos clases de historia… ¡de Estados Unidos! La cara de Biden lo decía tooodo.
AL FINAL, al menos quedó claro que ambos mandatarios están de acuerdo en que no están de acuerdo, pero la vecindad los obliga a encontrarle la cuadratura al círculo.
POR CIERTO, a los expertos en cuestiones diplomáticas les llamaron la atención algunos detalles sobre la visita de AMLO. De entrada, no fue hospedado en la Casa Blair, que es donde se quedan los jefes de Estado invitados. Cuando llegó a la Casa Blanca junto con su esposa, no los recibieron Joe y Jill Biden, sino el jefe de protocolo. Y, ¡ups!, a diferencia de Felipe Calderón, al actual mandatario mexicano no lo invitaron a hablar ante el Capitolio.
MÁS de uno se pregunta si Layda Sansores se da cuenta del daño que le hace a un grupo de mujeres priistas. Por más que no sean de su partido, amenazar con dar a conocer sus supuestas fotos íntimas, no sólo es ilegal, sino de plano una bajeza. Lo que más sorprende es que alguien tan serio como el fiscal campechano, Renato Sales, se preste a un juego tan sucio.
CON TODO y que la reforma eléctrica se fundió en la Cámara de Diputados, la CFE sigue boicoteando la transición hacia energías limpias. En la Ciudad de México, por ejemplo, tiene atorados los trámites para que usuarios residenciales puedan utilizar paneles solares en sus casas.
Y TAL VEZ precisamente porque la CFE no quiere perder el monopolio, simple y sencillamente se niega a autorizar las conexiones de dichas instalaciones en las cuales ya se invirtió. A lo mejor la situación podría mejorar si Manuel Bartlett instalara estos paneles solares en sus 23 casas.