Si bien existen algunos ejemplos de grandes personajes que han logrado niveles de éxito sustancial sin tener un grado académico, es de hacer notar que la educación fue pilar en el sostenimiento de sus logros. El conocimiento básico y la experiencia obtenida fueron las herramientas que les permitieron emerger como estas figuras de referencia y trascendencia social.

Es importante recordar que el conocimiento se obtiene a través de una mezcla de educación formal y experiencia. Esta última es fundamental, puesto que es el mecanismo de poder acceder al mundo, conocerlo, tratarlo e involucrarse en él, permitiéndonos descubrir nuestras propias fortalezas, destrezas, intereses, moldear nuestro carácter y relacionarnos con las personas, logrando todo tipo de conexiones. 

La experiencia es lo que nos permite familiarizarnos con nuestras herramientas más comunes en el ambiente en que nos desenvolvemos, y utilizarlas en el momento oportuno. La capacidad de organización, de administración de tareas y priorización de acciones se obtiene a través del tiempo y de la acción y de la misma manera las habilidades de comunicación y capacidad de interacción se desarrollan ejercitándolas.

Ahora bien, como comentamos anteriormente, esta mezcla es incompleta cuando está ausente la educación, puesto que los objetivos de la misma en sus diferentes variantes incluyen desarrollar competencias, es decir, adquirir una mezcla de conocimientos, habilidades, actitudes y comportamientos, para ser capaces de proveer resultados deseables y consistentes.

Así mismo, podemos añadir la característica de “formalidad” para referirnos al cumplimiento de condiciones necesarias o requisitos establecidos de una condición dada, y en el caso de la educación podemos utilizar este concepto para aludir a la forma estructurada y sistemática de aprendizaje, cumpliendo estándares preestablecidos.

¿Y qué tiene que ver esto con los sistemas sanitarios al final del día? Pues bien, en multitud de organizaciones e instituciones de salud apela una situación en la cual existe un desequilibrio relacionado a los conceptos anteriores, que desemboca en un sistema administrativo y directivo deficiente, en donde se apuesta de manera casi exclusiva a la “experiencia” sin atender el requerimiento de una educación formal: los médicos de mayor edad, “antigüedad”, fama o renombre en sus diversas disciplinas, son llamados a ocupar cargos directivos, basándose esta decisión en una ponderación exclusiva de esa característica. 

Si bien esto puede funcionar de manera exitosa en algunos casos, en la mayoría se da una situación de doble merma: se pierde un buen médico y se gana un mal administrador o directivo. Al carecer de una educación formal, es decir, al no tener un basamento conceptual extenso (que se obtiene a través de la formación académica) la variedad de alternativas de soluciones, planes, propuestas y acciones son limitadas única y exclusivamente a lo obtenido por la experiencia del propio sujeto, volviéndose esto una limitante de peso.

Al carecer de un proceso educativo formalizado, se ven reducidos los instrumentos que tienen que ver con cuestiones tácticas y estratégicas relacionadas con las actividades operativas, recursos humanos, diseño y comportamiento organizacional, finanzas, gestión, administración, leyes, sistemas de información, entre otros, que son fundamentales para el ejercicio cabal del cargo directivo asignado.

Es por ello que vale la pena comenzar un proceso de “aseguramiento de la calidad” de los directivos en salud, en la que, bajo procesos estandarizados y juiciosos de valor, se ponderen y evalúen las capacidades de los ocupantes de puestos de alta dirección en los sistemas sanitarios. 

Esa tradición de portar una acreditación de cargo sin demostrar formalidad para la ejecución del mismo, ya no debe ser la norma y será importante atender esa deficiencia que multitud de directivos o sujetos con cargos administrativos expresan, al carecer de entrenamiento formal verificable en esas disciplinas. Hay que recordar que la experiencia no es lo mismo que competencia ni sustituto de la misma, y la educación y adiestramiento formal deben ser la constante para los cargos directivos en salud.

(Médico Patólogo Clínico. Especialista en Medicina de Laboratorio y Medicina Transfusional, profesor de especialidad y promotor de la donación altruista de sangre).

 

 

 

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