El caso Caro Quintero en Guanajuato
De la captura de Rafael Caro Quintero, ocurrida el viernes, me impresionó darme cuenta con qué detalle recuerdo hechos ocurridos hace casi 40 años. El conflicto diplomático que produjo el secuestro y asesinato del agente de la DEA Enrique Camarena Salazar fue el fin de la inocencia de los mexicanos respecto al narcotráfico y asombra también, amén de que deprime, que tanto tiempo después estemos no en las mismas, sino mucho peor.
Ya se encargan los medios de rescatar muchas de las buenas historias que surgieron a partir del grupo que encabezaron Caro Quintero y Ernesto Fonseca Carrillo, pero a mi me viene a la cabeza una que ocurrió en Guanajuato, cinco años después del crimen del agente y la captura de los principales cabecillas de aquel grupo criminal que sentó las bases (con el auxilio de un organismo descompuesto, la Dirección Federal de Seguridad) de la época dorada del comercio de drogas en América.
El caso en cuestión fue el del doctor Humberto Álvarez Machain, un ginecólogo tapatío al que las autoridades norteamericanas acusaban de haber mantenido con vida al agente Camarena en la casa en la que fue torturado, una residencia de Guadalajara que era o había sido propiedad de Rubén Zuno Arce, cuñado del presidente Luis Echeverría, quien fue acusado de estar vinculado con los hechos, juzgado y condenado en Estados Unidos, donde estuvo 23 años preso hasta su muerte, ocurrida en 2012.
El hermano de la compañera María Esther Zuno, la esposa de Echeverría, fue detenido en Texas, pero con Álvarez Machain los norteamericanos no tuvieron tanta paciencia y el 3 de abril de 1990 lo secuestraron a la brava en Guadalajara, de donde lo trasladaron a Silao, en un operativo patrocinado por la DEA que contó con el respaldo de cuatro judiciales de Guanajuato, dos jefes de grupo (los de Irapuato y de Silao) y dos agentes de a pie. Nunca se supo a ciencia cierta cuánto les pagaron, pero hubo cientos de miles de dólares en juego.
Álvarez Machain estuvo retenido en el Hotel El Cubilete de Silao y luego fue trasladado a León, de donde fue llevado a Estados Unidos y presentado en una Corte. México protestó airadamente por los hechos (esta minuta del Senado, de junio de 1990, aderezada con un debate sobre si autorizar o no una gira del presidente Carlos Salinas, ofrece un buen resumen de los hechos) y en Guanajuato hubo también gran conmoción por el papel de los caza recompensas de la Judicial en el asunto: nadie sabe, nadie supo… hasta después. El caso en Estados Unidos no prosperó y el ginecólogo fue liberado en diciembre de 1992.
Muchos asuntos del pasado removerá sin duda la nueva captura de Caro Quintero y seguramente será uno de ellos la colaboración de los narcos y la policía secreta de México con la CIA, en aras primero de la estabilidad del País y luego de maniobras tan alocadas como la famosa operación Irán-contras, que usó el dinero obtenido de las drogas para armar a Irán y a los grupos que luchaban contra la revolución sandinista.
Como sea, cuando leemos que Estados Unidos exige la inmediata extradición del narco que ofreció la vez anterior que estuvo preso pagar la deuda externa del País, hay que tener en cuenta que en todos estos hechos dramáticos la posición de las autoridades norteamericanas estuvo muy lejos de ser monolítica, como desnudó desde 1989 el libro Desperados, de Elaine Shannon, usualmente identificado como el punto de vista de la DEA sobre lo que ocurrió (está disponible en Amazon). Una versión mucho menos documentada del asunto, pero de interés también, es la serie The last narc, que está en Amazon, sobre todo por los testimonios de Héctor Berrellez, un personaje fundamental en la trama de Silao, que concretó uno de sus operadores, Antonio Gárate Bustamante, y quien luego fue protagonista principal del embarradero de funcionarios mexicanos en aquellos hechos).
¿Más reprobados?
Entre otros temas interesantes que trata La Olla de AM hoy está el de la promoción de los presuntos precandidatos a la candidatura del PAN para el próximo sexenio, con eventos como el celebrado el miércoles, durante el cual se habló de la estrategia de salud o el del 18 de mayo, en el que el tema fueron los apoyos sociales.
Como hemos visto estos actos provocaron más especulaciones sobre el destino de los secretarios Daniel Díaz y Jesús Oviedo que discusiones acerca de dos temas que son fundamentales para los guanajuatenses.
Comento con compañeros de la redacción que me llama la atención que en cambio la presentación del Pacto Social para la Educación, ocurrida el 1 de junio, no se ha entendido como una plataforma de promoción para las aspiraciones del titular del ramo, Jorge Hernández Meza.
El acto tuvo casi las mismas características que los otros dos a los que nos referimos: hubo un formato dinámico y atractivo, mucha gente reunida en el Instituto Politécnico Nacional donde se llevó a cabo y, faltaba más, comenzó con el retraso de costumbre.
Quizá la diferencia fundamental es que durante el anuncio de este Pacto sí hubo novedades fundamentales cuyo desarrollo más nos vale seguir con atención y esperar que se cumplan, como detalló días después el propio Secretario en una visita que hizo a AM para tratar el tema.
Y es que como vimos, la estrategia apunta mucho más allá que a rescatar a los 80 mil que abandonaron las escuelas durante la pandemia. Va en ese sentido la discutida decisión de no reprobar a los alumnos, sin duda el indicador más elocuente de la situación que enfrentamos.
El tema es de fundamental importancia y debe atenderse con todo el empeño del mundo. El anunciado inminente relevo en la Secretaría de Educación federal, cuya titular -¡enhorabuena!- parece tener otras ambiciones, siembra la esperanza de un cambio que mejore las cosas. Pero también pueden complicarse todavía más, si los grupos radicales que ya hemos visto manifestarse aumentan su influencia en la dependencia.
Un diagnóstico publicado en Nexos brinda una idea clara del problema, como lo han hecho también las opiniones de Gilberto Guevara Niebla, un profundo conocedor en la materia. Creo que quienes tienen en sus manos la responsabilidad del Pacto Social por la Educación en el estado debieran de seguir, en la medida de lo posible, el ejemplo de la estrategia local de salud, que sin convertirnos en Dinamarca ofreció a los guanajuatenses un servicio que ha sido en términos generales bien evaluado, pese a las carencias que todos conocemos. Como sea, que bueno que el secretario Hernández Meza no parece estar distraído en el corcholateo (al menos en el propio).
¿Qué ver, qué leer?
Después de leer La casa gris, de Raúl Olmos (me sorprendió conocer cuántos antecedentes de corrupción tenía Baker Hughes, hasta ¡a Pemex le preocupaban! antes de que abriera la manguera de los nuevos contratos) y metido en la saga de novelas policiacas del escritor y periodista Volker Kutscher que dieron origen a la serie Babylon Berlin, rescaté un librito que había dejado por ahí: Un hombre de confianza (Penguin Random House, 2015), la historia del secuestro del ya retirado Fernando Gutiérrez Barrios, que sirve al periodista Fabrizio Mejía Madrid para reconstruir varios capítulos de la trayectoria profesional de este personaje, tenebroso si los hubo.
En su repaso del papel de Gutiérrez Barrios en la guerra sucia, rescata una historia de sobra conocida, la de la joven Deni Prieto, integrante de las Fuerzas de Liberación Nacional, el antecedente del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, asesinada en 1974 en Nepantla, Estado de México.
Deni fue alumna del Colegio Madrid, una de las instituciones educativas creada por los refugiados españoles en México. Pero mi sorpresa es que Mejía Madrid platica también las andanzas de una amiga de Deni que llegó al colegio justo cuando ingresó al mismo uno de los hijos del presidente Luis Echeverría, un episodio que provocó que echaran de la escuela a varios precoces revoltosos, entre ellos el autor de estas líneas. Aquel ingreso y las expulsiones provocaron también el rechazo de mi profesora de literatura, Cristina Barros, inconforme con la decisión. La hija del rector Javier Barros Sierra regresaría después a la institución, ya como directora: de veras, que pequeño es el mundo.
MCMH