Existe la versión, surgida del círculo cercano al presidente López Obrador, de que durante la visita realizada a Washington la semana pasada, la vicepresidenta Kamala Harris informó al Mandatario que un equipo de la DEA había localizado en Choix, Sinaloa, al narcotraficante Rafael Caro Quintero.

Después de una tensa reunión, en la que se puso sobre la mesa la preocupación de Estados Unidos ante la actitud que el gobierno de AMLO ha adoptado con respecto a la persecución de narcotraficantes que han introducido cantidades importantes de droga a Estados unidos, Harris ofreció entregar a la Marina la información que un equipo de la DEA —al que la titular de esa agencia, Anne Milgram, tiene operando en San Diego, California— había logrado recabar desde hacía tres meses.

La condición impuesta por Harris, de acuerdo con fuentes de Palacio Nacional, fue que la Marina, el único cuerpo de seguridad mexicano en el que Estados Unidos confía, operara la detención.

La DEA asegura que la violencia que sacude la costa del Pacífico proviene de la pugna que la organización de Caro Quintero —el Cártel de Caborca— sostiene con Los Chapitos, “El Mayo” Zambada y grupo de los Beltrán.

Hasta el 8 agosto de 2013, Rafael Caro Quintero, que había pasado los últimos 28 años en prisión como responsable de la tortura y asesinato del agente de la DEA Enrique Camarena, parecía una figura del pasado.

Esa madrugada, sin embargo, salió caminando de una prisión en la que había logrado controlar desde la visita íntima hasta la venta de droga: lo hizo gracias a una argucia legal, y a un amparo concedido por tres jueces del tribunal colegiado en materia penal del tercer circuito del estado de Jalisco: Rosalía Moreno, Lucio Lira y José Félix Dávalos.

Comenzó así el segundo aire en la vida de Rafael Caro Quintero.

Al dejar la cárcel fue protegido por “El Mayo” Zambada y Los Chapitos. Él se lanzó a reconquistar Sonora, un territorio que, según él, le pertenecía por “derecho de antigüedad”. Ahí formó el Cártel de Caborca y no tardó en romper con sus antiguos aliados. Sonora y Baja California comenzaron a llenarse de sangre.

Según fuentes de inteligencia, Caro Quintero, a través de un brazo armado conocido como La Barredora 24/7, y gracias a la alianza que estableció con su sobrino, Rodrigo Páez Quintero, se adueñó a sangre y fuego de una importante porción de la franja fronteriza.

En 2020 ya había presencia de su organización en territorios tan alejados como Oaxaca y Guerrero. En noviembre de ese año, la DEA, que había ofrecido por él la recompensa más alta que se recuerde (20 millones de dólares), bajó a Nemesio Oseguera, “El Mencho”, del primer sitio en la lista de los diez fugitivos más buscados y colocó a Caro Quintero en su lugar.

Significaba que para la DEA representaba una amenaza mayor que la del propio “Mencho” (golpeado del otro lado de la frontera por la operación Agave Azul que dejó más de 600 detenidos y cientos de cuentas congeladas).

Masacres y enfrentamientos en Caborca en los últimos años forman parte de la disputa entre Caro y Los Chapos. El baño de sangre que hoy recorre Guerrero, Oaxaca, Chiapas y Tabasco tiene como figura visible a otro de sus sobrinos: José Gil Caro Quintero, conocido como “El Pelo Chino”.

Tras su salida por la puerta grande en 2013, el Gobierno mexicano lo dejó ir: no armó operativo para capturarlo. Pero la DEA no lo olvidó. 37 años más tarde, Caro será extraditado a EU. Según la DEA, financió varias campañas políticas, no solo locales, sino también de las grandes.

En México, desde luego, el nerviosismo es mayúsculo.

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