“Las palabras son como las monedas, que una vale por muchas como muchas no valen por una”
Francisco de Quevedo
En este oficio, al final del día, se desea ayudar. Pocos lo creen pero, cómo se puede desear el mal a quienes toman decisiones que afectan la vida y destino de nuestros compatriotas y familias. Sería suicida.
El fallido experimento de la 4T se acaba. La sucesión del líder llegó. El ocaso entonces será oficial. La lucha por el poder conlleva negación e incluso traición. Denis Jeambar e Yves Roucaute, lo hemos comentado, lo describieron. Si se quiere gobernar, ejercer el poder a plenitud, no hay otra fórmula. La negación puede ser suave o muy dura. Pero el gobernante sólo se debe a sus gobernados. Guicciardini y Maquiavelo han bordado con finura al respecto. Hasta el más leal estará en esa lógica: negar es redimir opciones, es supervivencia.
Pero hay otro ocaso que ya está en el horizonte. Los necios hechos no ceden. Los pronósticos de crecimiento coinciden. Hace unos días fue el de BBVA, promedio sexenal: 0.5%. Banxico reportó una nueva salida de capitales, el acumulado nos regresa a 2012. Los proyectos insignia se sitúan en lo patético: un aeropuerto vacío; un esqueleto de refinería inaugurada con bombo y platillo; un tren sin un rumbo financiero claro, pero que a su paso destruye nuestro entorno y nuestra historia; y un prometedor corredor transístmico, al cual no se le invierte lo suficiente. Consecuencias de las obsesiones. Pero la raíz del naufragio sexenal radica en algo más sutil y muy poderoso: la palabra presidencial. Mentiras y engaños, hoy pasan factura.
La inauguración fue un embuste, quedó para la historia. De lo qué son capaces. Anuncian 40,000 mdd en inversión estadounidense en los próximos años pero, como bien demostró Enrique Quintana en su sana obsesión numérica, es en esencia lo mismo que han venido invirtiendo. ¿Gran noticia? ¿Por fin, bendita o maldita inversión extranjera? Gritan a los cuatro vientos que el sector energético recibirá inversión, pero en paralelo se sabe del nuevo bloqueo a diez plantas solares y eólicas, el acumulado avergüenza. ¿Por qué creerles? Al regreso de la triste visita, el Presidente anuncia un condicionamiento a la participación de esas empresas extranjeras: que operen bajo el control de la Secretaría de Energía y con la CFE como socio mayoritario. ¿Así creen que vendrán? ¿Y la CRE?
De esto van cuatro años: el Presidente y sus allegados se piensan tan hábiles como para engañar al mundo. ¡Qué soberbia! La única cosecha será mayor desconfianza. Llegará el nuevo corte y la inversión total no crecerá. ¿Qué ganaron engañando? Creyeron que iban a burlar a las autoridades aéreas internacionales y, aquí estamos: descalificados y con una nueva auditoría en noviembre. Los ejemplos avasallan. Cuatro años de engaños, de mentiras, de verdades a medias. Una media verdad es una mentira. Pero la realidad tiene un aliado invencible: el tiempo. No es grave, no se preocupen, el cubrebocas no sirve para nada, saldremos rápido, repetían todas las tardes. Aquí estamos con más de 620 mil muertes en exceso y con cubrebocas. Autonomía energética, no se necesita mucha ciencia. Hoy importamos el 50% de las gasolinas y en el camino tiraron mucho dinero. Inversión física pública: muy por debajo de sus antecesores. Una tras otra, las mentiras se apilan. ¿Fin de la corrupción?
La realidad se impondrá: habrá energías limpias; los otrora odiados capitales externos recibirán de nuevo la bienvenida, sin trampas; la estrategia contra la violencia será modificada; la educación tendrá que reconocer que estamos en el siglo XXI; habrá que buscar una salida sensata para el aeropuerto de la capital y… en fin. Pero el tiempo perdido, nadie lo recuperará.
Por eso Biden se quedó dormido, o lo fingió. Para qué escuchar, si engañan. Viven en la costosa mentira. Como Biden, ya hay muchos esperando, durmiendo una costosa siesta.