El 19 de febrero de 2014, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, le pidió al de México, Enrique Peña Nieto, que recapturara a Rafael Caro Quintero. Sucedió durante una cumbre de mandatarios de Norteamérica en Toluca, Estado de México. No mucho tiempo después, Obama insistió en el tema. Y varios integrantes del gabinete americano no dejaron de presionar a sus pares mexicanos, según me confirman fuentes oficiales de esos años.

Pero Caro Quintero no volvió a caer. El Cisen, que realizaba las labores de espionaje e intercepción de comunicaciones, logró detectar dos jugadas estratégicas del considerado “Narco de narcos”:

La primera fue una reunión personal entre Caro Quintero y Joaquín “El Chapo” Guzmán. Según esas fuentes, habría sucedido en la zona de Badiraguato, donde el líder del cártel de Sinaloa se escondía tras haber escapado de la cárcel en 2015.

La segunda fue una llamada telefónica -interceptada por el gobierno- entre Caro y Nemesio “El Mencho” Oceguera, cabeza del cártel Jalisco Nueva Generación, que se volvió el más temido y poderoso tras la captura del “Chapo”.

En las dos conversaciones, según los reportes de inteligencia de esos años, Caro Quintero explicó a los capos que él no pensaba regresar al negocio, sino seguir una tranquila vida de jubilado. Que sabía que el gobierno lo buscaba y pedía su ayuda -incluso les ofreció millones de pesos- para que no lo delataran. Según las mismas versiones, “El Chapo” lo trató con cordialidad y respeto, y “El Mencho” lo mandó a volar con malas formas. Algunas fuentes decían que “El Chapo”, como gesto ante un patriarca de la mafia, le brindó protección en su zona de influencia.

De todo esto supo la agencia antidrogas americana (DEA) prácticamente en tiempo real. Su capacidad tecnológica supera a la de sus aliados y la de sus adversarios. La DEA creyó desde un inicio que Caro Quintero había regresado al negocio de la droga. Las autoridades mexicanas en tiempos de Peña Nieto tenían versiones encontradas sobre eso —algunos lo creían de vuelta, otros lo pensaban jubilado—, pero conforme avanzó el tiempo se fueron convenciendo de que sí estaba de regreso al narcotráfico, aunque no con la relevancia que llegó a tener.

Su suerte cambió radicalmente este 15 de julio de 2022. En un giro dramático a la política de seguridad del presidente López Obrador -“abrazos no balazos”, “no se ha detenido a capos porque no es nuestra función principal”-, el gobierno anunció la detención de Rafael Caro Quintero e inició un proceso de extradición a Estados Unidos.

Sucedió a tres días de haber visitado al presidente de Estados Unidos, Joe Biden, y veinte meses después de que el gobierno de Donald Trump le pidió aprehenderlo como gesto de reciprocidad tras la liberación del general Salvador Cienfuegos, exsecretario de la Defensa Nacional, según reportó The Washington Post.

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