Hace ya algunos años, nos reuníamos varias compañeras aficionadas a escribir relatos, historias y anécdotas que pudieran aportar algún mensaje positivo a quien los leía. Nuestro grupo se llamaba el Club de la Pluma y este gentil periódico AM de León nos otorgó un espacio para publicar nuestros escritos en la columna Primera Llamada.
El grupo era un poco heterogéneo, pero hicimos buena amistad compartiendo nuestra afición. Entre las integrantes había una señora de 80 años que toda su vida había escrito narraciones, vivencias y poemas en un cuaderno, el cual permanecía escondido en su ropero porque a su esposo no le gustaba que ella escribiera. “¡Son puras tonteras!”, decía el marido.
Ya viuda la señora Ana María, así se llamaba, se unió al grupo. Muy talentosa con la pluma, con un amplio vocabulario y muchas historias que contar, Anita nos compartía sus entretenidas narraciones dejándonos perplejas por su excelente redacción. Un día Anita ya no pudo ir más a las reuniones por motivos de salud. Queríamos ir a visitarla y empezamos a planear el encuentro y no lográbamos ponernos de acuerdo. Creo que algunas de mis colegas sí llegaron a saludarla y hacerle un rato de compañía. Pero yo nunca pude organizarme. Cuando quise ir, ya era muy tarde. Anita ya había fallecido. Recuerdo que mis hijos, aún pequeños, me absorbían mucho, y así se me pasaban los días. Ahora que ha pasado el tiempo me pregunto cómo es que no pude darme un tiempito.
Muchas personas nos dejaron abruptamente por esta pandemia y no tuvimos oportunidad de despedirnos ni de verlas una vez más. Planes que se habían hecho para convivir, viajar, celebrar, quedaron paralizados. En esos casos puede haber un sentimiento nostálgico que lamenta no haber aprovechado más el tiempo de convivencia.
Los días pasan más rápido cuando te vas haciendo mayor. Las semanas vuelan y de estar en enero llega el verano y luego luego el invierno con las navidades. A veces nos puede vencer el cansancio o la flojera de organizar un encuentro con familiares o amigos y prefieres quedarte viendo una película en casa, pero si esto se vuelve muy frecuente, se corre el riesgo de perder oportunidades de convivencia y después puede que sea ya muy tarde. Entonces aparece un sentimiento de culpabilidad porque ya no habrá después.
Bien lo dice el poema de Ana María Rabatté: “No esperes a que se muera la gente para quererla y hacerle sentir tu afecto, en vida hermano, en vida”.
Pasar tiempo con amigos llena nuestras vidas con conversaciones interesantes, sientes apoyo, lealtad y pasas momentos divertidos y las risas brotan por cualquier tontería. Los amigos están ahí para celebrar, para compartir, y para consolar. Hay estudios que indican que tener buenos amigos aumenta la longevidad. Por eso es importante establecer prioridades y organizarse bien para dedicarles tiempo. Antes de envejecer, que no sea demasiado tarde.
Vida, nada me debes, vida, estamos en paz.
Amado Nervo