“En la ausencia de la justicia, ¿qué es la soberanía sino el robo organizado?”

San Agustín

 

A principios de 2019 el presidente Andrés Manuel López Obrador cambió el logotipo de Pemex y le añadió un lema que no tenía con anterioridad: “Por el rescate de la soberanía”. El logotipo no tenía lema antes, aunque el gobierno de Enrique Peña Nieto utilizaba en ocasiones, solo con propósitos de difusión comercial, la frase: “Pemex, tenemos energía”. 

El lema adoptado ahora para Pemex revela una convicción ideológica muy típica del viejo PRI: que la soberanía nacional se mide por el grado de monopolio de las grandes empresas gubernamentales de energía. Pemex y la Comisión Federal de Electricidad son, según esta visión, los garantes de la soberanía nacional. Es una visión no solo anacrónica sino triste. ¡Pobre del país cuya soberanía dependa del desempeño de dos empresas obesas e ineficientes! 

El término “soberanía”, tan manoseado por los políticos, designa el poder político supremo de un Estado independiente. En la antigüedad se sostenía que la soberanía radicaba en el monarca, a quien por eso se le llamaba “soberano”, y se expresaba en su capacidad de tomar decisiones sin interferencias. En los sistemas democráticos de hoy se considera que la soberanía radica en el pueblo, en los ciudadanos. 

No hay ninguna razón para pensar que la soberanía de un país pueda depender de dos empresas, por muy grandes que puedan ser. Es verdad que la actividad económica genera fortaleza y ayuda a construir soberanía: sin independencia económica, no pude haber soberanía real. Por eso los países más prósperos son también los que tienen una soberanía más sólida. Pero es la actividad de todas las empresas, y de todas las personas, la que construye esa independencia. 

Lejos de fortalecer la soberanía nacional, monopolios como la CFE y Pemex la debilitan porque socavan la eficiencia económica y la prosperidad. Si medimos la soberanía como la capacidad de una nación para tomar sus propias decisiones sin interferencias externas, Estados Unidos sería ejemplo de un país con plena soberanía: ninguna potencia extranjera puede decirle lo que debe hacer. La Unión Americana, sin embargo, no tiene monopolios gubernamentales. Al contrario, su fortaleza económica, la cual ha permitido también la construcción de su poderío militar, se fundamenta en un mercado abierto que ha generado una gran prosperidad. Lo mismo sucede con la mayoría de las naciones que han podido dar a sus ciudadanos una gran prosperidad y soberanía. Lo han conseguido construyendo mercados que generan bienestar. En cambio, los países que han recurrido a la creación de monopolios gubernamentales, sistemas de planificación central y dictaduras, han empobrecido a sus poblaciones y han perdido, por lo tanto, capacidad soberana. Venezuela y Cuba son dos ejemplos notables. 

Los políticos del viejo PRI, muchos de los cuales se enriquecieron en el poder, utilizaban la demagogia de la soberanía para justificar sus malas decisiones políticas y económicas. Los grandes monopolios de energía, Pemex y la CFE, no nos ayudaron a construir un país más próspero y soberano; todo lo contrario, nos hicieron más débiles y dependientes. Por eso somos una nación que expulsa a sus trabajadores para ir a laborar a otro país donde la mayor libertad de mercado ha resultado en una mayor prosperidad. Lo paradójico es que hoy nuestro gobierno celebra como un gran triunfo el que esos trabajadores envíen remesas para ayudar a quienes viven aquí hundidos en una pobreza generada por malas políticas económicas defendidas con el engaño de la bandera de la soberanía. 

Y Europa

Estados Unidos y Canadá están promoviendo consultas por las violaciones de México al T-MEC; pero la Unión Europea tendrá que hacerlo pronto, ya que las acciones contra las generadoras europeas de electricidad violan de igual forma el acuerdo comercial con esa comunidad. 

www.sergiosarmiento.com

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