Gente querida: La canícula es la temporada del año en la cual el calor es más fuerte, tanto en el hemisferio Sur como en el Norte.
Es un fenómeno climático que se presenta durante la última quincena de julio y dura 40 días aproximadamente en México. Se caracteriza por ser un periodo de aumento de la temperatura debido a un calentamiento excesivo del aire, cielos despejados y baja precipitación. Se nos junta con la gran sequía y altas temperaturas, pues la terca realidad nos encuentra y la madre naturaleza solo refleja la ruptura que hemos hecho los humanos de ese ciclo vital que nos regala en lluvia o del subsuelo, el don del agua.
Estructuralmente, las cuencas hidrológicas del País, reflejan en los estudios de prospectiva de organismos internacionales y nacionales como ANEAS y los COTAS locales, el tamaño de la sequía. El calentamiento global ha cambiado los patrones de lluvia y con ello, el régimen de lluvias que era más estable. Los modelos estadísticos, no pueden “simular” y pronosticar, como antes, los años secos, húmedos y medios, pero seguro estamos en uno “seco”.
Son la deforestación, la falta de cultura ambiental, los intereses económicos, la falta de aplicación de la ley y ahora, la falta de inversión pública federal, los que han contribuido a esta enorme sequía. Los abuelos podían “leer el cielo” y “sentir” los cambios de clima, pero hoy, esto es imposible debido al cambio de patrones de lluvia y solo registramos la baja en la nubosidad, en el incremento de temperatura, en menor humedad relativa, en la creciente erosión, en la enorme deforestación y todo, como efecto, en la reducción de los niveles de las presas. La sequía, como fenómeno global, es cada día más extrema y México, como País, y el Bajío como región, están incluido en los escenarios de mayor desertificación.
Quienes dedicamos la vida a la reforestación nos queda mantenernos en esta utopía realizable, aun cuando la realidad quiera mostrar lo contrario. El Bajío, como mesorregión en proceso de desertificación, es una de las 3 zonas del País, con mayores problemas por la reducción de los niveles de sus mantos freáticos y donde deberían implementarse programas federales de reforestación para recuperar los patrones de lluvia. Lo que nos toca, es crear iniciativas ciudadanas y privadas para contar con un programa local para incentivar la reforestación, el control de plagas como el muérdago y poder infiltrar agua en las sierras de Guanajuato. Serían “bonos verdes” ligados al pago de impuestos locales.
Nuestra única respuesta local frente a la decisión del Presidente AMLO de quitarnos el agua de la Presa El Zapotillo -que sería parte para León-, será incrementar el reciclamiento y la reforestación, para prolongar la vida del acuífero que es el gran patrimonio para nuestros descendientes, para evitar que sigan sufriendo en el futuro, los tiempos de sequías. Sin acciones ni declaratorias tampoco de parte del gobierno estatal, nos queda trabajar nosotros en la siembra de agua y en la forestación. Tendríamos que: aumentar el nivel de lluvias o precipitación media anual recuperando la masa boscosa en la sierra de Lobos y la sierra del Gigante que producen en las microcuencas los escurrimientos; aumentar la capacidad como ciudad de poder infiltrar el agua de lluvia hacia los mantos freáticos para recargarlos. Lograríamos disminuir la evaporación de los cuerpos de agua y aumentar la humedad relativa con mayores áreas verdes en la ciudad. Podríamos mantener control de los niveles de contaminación vehicular y de emisiones a la atmósfera; reducir el abatimiento de los mantos freáticos por la extracción en toda la cuenca hidrológica; aumentar la capacidad de generación o importación de tecnología de tratamiento del agua como la de polímeros solubles al agua, plantas a escala, y con ello, creación de empresas de base tecnológica; aumentar la formación de tecnólogos en la ciudad especializados en agua. El indicador sería aumentar la tasa de recarga del acuífero (es decir, que se extrae más agua que la capacidad de recarga) con pozos de absorción y así reducir grietas y hundimientos en la ciudad; aumentar el uso eficiente del agua en la agricultura y en las casas; reducir el incremento de superficies de concreto que impide la infiltración; ofrecer políticas de incentivos (fideicomisos) a quienes instalen sistemas de ahorro; incentivar la construcción ecológica al reciclar agua y captar agua de lluvia; gravar proyectos urbanos que como las áreas verdes de los campos de golf usan grandes cantidades de agua; en resumen, políticas públicas que obliguen por ley al uso eficiente del agua en todos los niveles de tarifas. Todos, en estos días de canícula tendríamos que recordar que somos los humanos, los responsables de la sequía de la canícula.