En febrero de este año la violencia arrasó Colima. En cosa de un mes se registraron 106 ejecuciones. Aparecieron cuerpos abandonados. Restos humanos en bolsas de plástico. Mantas en las que organizaciones de la delincuencia organizada se señalaban mutuamente, así como ejecuciones múltiples.
En su punto más alto, la violencia se prolongó durante cinco días consecutivos, en medio de un despliegue de 600 guardias nacionales, 350 militares y 350 marinos, e incluyó una riña en el Cereso que dejó un saldo de nueve muertos.
En el centro de toda esa violencia se hallaba Aldrin Miguel Jarquín Jarquín, alias “El Chaparrito”, jefe de plaza en Colima al servicio del Cártel Jalisco Nueva Generación.
Apenas tres meses antes, la Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC) del Departamento del Tesoro de Estados Unidos, de conformidad con la Ley Kingpin, había incluido al Chaparrito en su lista de cabecillas extranjeros del narcotráfico, “que ayudan materialmente o que proporcionan apoyo financiero o tecnológico o servicios en apoyo del Cártel Jalisco Nueva Generación”.
Además de Aldrin Miguel, la lista incluía a su hermano, José Jesús Jarquín Jarquín, el R3.
Según reveló la OFAC, ambos sujetos se hallan vinculados con Julio Alberto Castillo Rodríguez, yerno del líder del Cártel Jalisco, Nemesio Oseguera, “El Mencho”, y coordinan sus operaciones a través de Andrés Rivera, “La Firma”, uno de los autores intelectuales del atentado en contra del secretario de Seguridad de la Ciudad de México, Omar García Harfuch.
Los Jarquín mantienen vínculos, al mismo tiempo, con Francisco Javier Gudiño Haro, alias “La Gallina”, y Gonzalo Mendoza Gaytán, “El Sapo” –uno de los jefes “de alto perfil” del CJNG.
Todos estos personajes, según dio a conocer la OFAC, operan el tráfico de drogas a través del puerto de Manzanillo -donde acopian drogas sintéticas que contienen fentanilo- “y mantienen contacto con las fuentes de suministro de cocaína en Colombia”.
Su inclusión en la lista de grandes capos del CJNG llevó al congelamiento de sus activos y la prohibición “a toda entidad o ciudadano estadounidense” de “tener cualquier relación personal o empresarial con los señalados”, a riesgo de sanciones de hasta 10 millones de dólares y de sentencias de hasta 30 años.
El 14 de marzo pasado, un mes después de que una ruptura al interior del Cártel Jalisco desatara una guerra de exterminio entre los grupos criminales de Aldrin Miguel Jarquín y José Bernabé Brizuela Meraz, conocido como “La Bestia” o “La Vaca” (quien luego anunció la creación de Cártel Independiente de Colima), los servicios de inteligencia de la Marina ubicaron al “Chaparrito” en una colonia de Zapopan, Jalisco.
El operativo de captura, con intervención de las fiscalías estatal y general de la República, se detonó el domingo 13 de marzo por la mañana.
Aldrin Miguel Jarquín fue detenido y extraído de manera quirúrgica.
Se le trasladó a la fiscalía especializada en materia de delincuencia organizada, en la Ciudad de México, fuertemente custodiado por la Marina.
A sus espaldas dejó un infierno: ese día y el siguiente, el estado de Colima se sumergió en el caos. Estallaron bloqueos carreteros. Tráileres y camiones fueron incendiados. El miedo cundió en las redes sociales. Se reportaron balaceras. Hubo suspensión de actividades.
Con todo, la captura de “El Chaparrito”, bajo cargos de delincuencia organizada y delitos contra la salud, fue anunciada por las autoridades con bombo y platillo.
Antes de 15 días llegó la mala noticia: Jarquín había obtenido un amparo en contra de su retención. Sus abogados acusaban “ilegal retención”. Señalaban “el acuerdo de duplicidad del término constitucional de retención sin fundar ni motivar”.
No se sabe qué ocurrió.
Pero de pronto, entre una audiencia y otra, misteriosamente, el jefe de plaza del Cártel Jalisco desapareció.
El narcotraficante señalado por la OFAC, el líder criminal al que el Gobierno mexicano atribuyó la peor ola de violencia en la historia del estado de Colima (106 ejecuciones en cuatro semanas) salió del Altiplano y según autoridades federales consultadas- nadie sabe dónde está. Con toda probabilidad, retomando el narcotráfico en Colima.