“No pago buenos salarios porque tengo mucho dinero; tengo mucho dinero porque pago buenos salarios”.

Robert Bosch

Hay ahorros que salen caros. Lo hemos visto muchas veces en este sexenio. El presidente, sin embargo, nos sigue recetando más de lo mismo. Ayer declaró que promoverá una modificación a la Ley de Austeridad Republicana para que se cumpla la legislación de que nadie gane más que él ni en el gobierno, ni en otros Poderes de la Unión, ni en los organismos autónomos. Dijo también que iba a tener una reunión con su gabinete para apretar más el gasto público: “Ya vamos a pasar. de la austeridad republicana. a la pobreza franciscana”. 

La verdad es que nunca hemos tenido esa “austeridad republicana” que pregona. El gasto neto público pagado fue de 5.3 billones de pesos en 2018, pero alcanzó 6.7 billones en 2021 y para 2022 se han presupuestado 7.05 billones (Criterios, 2019, 2022). El gobierno no está gastando menos; quizá usa el recurso en rubros distintos, pero sin austeridad, como lo demuestran sus proyectos de relumbrón, como el Tren Maya, el Aeropuerto Felipe Ángeles y la refinería de Dos Bocas, los cuales se realizaron sin estudios de factibilidad económica y probablemente destruirán valor en vez de generarlo. 

En lugar de revisar los cientos de miles de millones de pesos gastados en estos elefantes blancos, el Presidente anuncia que va a eliminar los viajes al extranjero, que ya se habían vedado, y reducirá los viáticos. Se enorgullece de no haber comprado un solo vehículo nuevo para funcionarios, pero olvida, entre otras cosas, la adquisición de urgencia de 671 pipas para Pemex en enero de 2019 por un monto superior a los 92 millones de dólares y cuyos detalles no se dieron a conocer. La compra se realizó en dos sesiones en Nueva York (que creo está en el extranjero) con la presencia de la oficial mayor de Hacienda, Raquel Buenrostro, y las entonces secretarias de economía, Graciela Márquez, y de la función pública, Irma Eréndira Sandoval. 

El Presidente tiene un serio problema de envidia: lo obsesiona que haya funcionarios que ganan más que él. Este 25 de julio puso al director de la Profeco, Ricardo Sheffield, a exhibir a funcionarios que supuestamente tienen ingresos superiores al suyo, pero este hizo tan mal su trabajo que afirmó, por ejemplo, que la comisionada presidenta del Instituto Nacional de Transparencia, el INAI, gana 151,300 pesos mensuales contra 136,700 del presidente. Sheffield, a quien la ley no le da la facultad de investigar las percepciones de otros funcionarios, no se dio cuenta de que el sueldo del INAI es bruto y el del presidente no corresponde a la información oficial. Los comisionados del INAI tienen, todos, incluyendo a la presidenta, una percepción ordinaria bruta de 151,539.76 pesos mensuales o 106,629.51 netos. Según la Nómina Transparente de la Administración Pública Federal, por otra parte, el presidente recibe un sueldo bruto de 166,532 pesos mensuales y un neto de 115,739.74. 

Parte del problema de pagar sueldos demasiado bajos es que se contrata a personas sin preparación para las responsabilidades que desempeñan. Ahí está el caso del propio Sheffield, quien pese a recibir 154,487 pesos brutos y 107,368.47 netos, no hizo bien la tarea indebida de exhibir a los que llamó “angelitos”. 

Cualquier empresario podría decirle al presidente que de nada sirve ahorrar centavos si se despilfarran millones. También podría explicarle que pagar bajos sueldos no es un ahorro cuando se contrata a personas sin capacidad para cumplir sus funciones y generar valor. 

Exceso

En 2020 y 2021 se registró en México un exceso de mortalidad, por todas las causas, de 631,730 personas, según el INEGI. Es en parte producto de la pandemia, pero también de los errores sanitarios para enfrentarla y del deterioro en los servicios públicos de salud en un momento en que ya deberíamos estar como en Dinamarca. 

www.sergiosarmiento.com

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