Aproximadamente el 50% de los gobernadores en los últimos doce años, se han visto envueltos en crímenes, actos de corrupción, o lavado de dinero: “Han terminado presos, asesinados o investigados”, según narra Reforma.
Si entramos más en el detalle, habría que puntualizar que cinco exgobernadores fueron aprehendidos por tener nexos con el crimen organizado: Tomás Yarrington y Eugenio Hernández, ambos del PRI; también, los tricolores Jesús Reyna, de Michoacán y Roberto Sandoval, de Nayarit. Y habría que agregar a Ricardo Gallardo, detenido en el 2015 por tener nexos con el narco, hoy gobernador de San Luis Potosí por el partido Verde. Además, otros cuatro exgobernadores fueron ejecutados después de haber dejado el cargo.
En este pútrido contexto, otros 17 pasaron de gobernadores a reos, encarcelados en los últimos 12 años por corruptos. También, existen otros diez gobernadores que han sido indagados penal o administrativamente por desfalcos y peculado en el manejo de los recursos públicos. En esa larga lista están los panistas Francisco Javier García Cabeza de Vaca, de Tamaulipas; Miguel Ángel Yunes, de Veracruz y Kiko Vega, de Baja California; el morenista Jaime Bonilla, también de Baja California y los priistas Fernando Reyes Baeza, de Chihuahua y Mario Anguiano, de Coahuila.
También forman parte de gobernadores que pasaron a reos encarcelados, los panistas Guillermo Padrés y Luis Armando Reynoso, quienes ya salieron de prisión; así como la perredista Rosario Robles, pero aún en la cárcel; no fue juzgada como Jefa de Gobierno, sino como Secretaria de Desarrollo Social en el Gobierno de Peña Nieto. Además, no se podrían omitir a los dos mandatarios de Nuevo León, que también fueron a la cárcel: el priista Rodrigo Medina, del PRI, quien pisó la cárcel unas horas y el independiente Jaime Rodríguez, que permanece en prisión domiciliaria.
Y ni qué decir del ex gobernador de Campeche, Alito Moreno, que tiene abiertas indagatorias por lavado de dinero, enriquecimiento ilícito, abuso de poder y lavado de dinero, delitos que presuntamente cometió como gobernador. Los escándalos rampantes del actual presidente nacional del PRI, Alito, lo convierten en una persona impresentable; lo extraño es que, irónicamente, el inefable Markito Cortés, líder del PAN, quiera hacer alianzas con este personaje de marras, que no suma nada, solo resta y contamina.
Los mexicanos tenemos grabado en el inconsciente colectivo el concepto del tlatoani, el virrey, el obispo, el caudillo y con el tiempo, la síntesis de todo esto encarnada en una figura única: “el Presidente”. En el presidencialismo mexicano, el “señor Presidente” era todo para el pueblo: el gran árbitro, el que proveía el justo cobijo, el juez supremo, el eje central de la historia y de la política, la versión corregida y aumentada del gran hacendado y del caudillo. Así es la historicidad de los mexicanos, que pervive en el inconsciente colectivo.
En el año 2000, cuando el PRI fue echado de Los Pinos, durante el gobierno de la alternancia, se hizo un vacío de poder, porque Fox les tenía miedo a los gobernadores priistas, de tal manera que los sobornó entregándoles todos los excedentes de los ingresos petroleros y les dio rienda suelta en sus feudos. Entonces, el poder omnímodo que perdió el presidencialismo fue tomado por los gobernadores, porque el poder es como la energía, nunca se acaba, solo se trasfiere o transforma; como el presidente Fox no ejercía el poder, rápidamente lo ejercieron los gobernadores, pronto se empoderaron. A partir de entonces, muchos de ellos se transformaron en señores feudales, apoltronados en su feudo.
Los gobernadores feudales hacen y deshacen a su antojo, los otros poderes locales, Legislativo y Judicial, están sometidos a la estela del “señor Gobernador”, incluyendo el presidente de su partido, sometido a los deseos del caudillo; así las cosas, son los gobernadores amos en su feudo.
Existe un sinnúmero de formas para medir la grandeza de cualquier estado o País. Una de ellas es la manera como la sociedad está representada y escuchada, la rendición de cuentas del gobernante, la independencia con la que actúan los poderes Judicial y Legislativo, los derechos y libertades de los habitantes. Lo anterior, da la calidad democrática que viven los ciudadanos.
Es cierto que el federalismo ha tomado fuerza, desgraciadamente con muchos excesos y falta de rendición de cuentas. No sería sano volver al presidencialismo de antaño para poder controlar a los gobernadores. Habría que recordar al presidente Salinas de Gortari, que depuso a 17 gobernadores e impuso a otros tantos, como a Carlos Medina en Guanajuato y no dejó llegar a muchos más, como fue el caso del guanajuatense Ramón Aguirre Velázquez. Entonces, el 66% de la población de México, era gobernada por personas que no habían sido elegidas en las urnas, tal y como fue el caso Guanajuato.
Un día, le preguntaron al matemático y astrónomo persa, Al-Juarismi, sobre el valor de la ética, a lo que respondió: “Si una persona tiene ética, entonces su valor es = 1. Si además es inteligente, agréguele un cero y su valor será = 10. Si también es carismático, súmele otro 0 y será = 100. Si, además de las cualidades anteriores, es una bella persona, agréguele otro 0 y su valor será = 1000. Pero, si pierde el 1, que corresponde a la ética, perderá todo su valor, y solo quedarán los tres ceros. Sin valores éticos, lo único que queda son delincuentes”.