Las elecciones de voto directo de Morena el fin de semana dejaron más lecciones que la simple idea de un caos generalizado por incompetencia en la organización. La primera observación es que fue un intento electoral con las bases. La segunda es el número de participantes estimado en 2.5 millones de electores. 

A pesar del acarreo, la compra de votos y la manipulación, los de Morena – y el Presidente- pueden presumir que ningún otro partido o coalición de sus “adversarios” podrían reunir esa cantidad de votos. Si nos asombra el desaseo y los pleitos internos, también debemos meditar en la fuerza popular del movimiento que intenta ser partido. 

Esa fuerza puede convencer a muchos de que no hay otra alternativa, que el único camino, como en los tiempos del PRI, es sumarse a la aplanadora porque ahí estarán los ganadores. Nos cuesta trabajo comprender cómo las palancas del poder regresan al clientelismo. La opinión de quienes creemos estar enterados, tiene valor sólo en un núcleo pequeño de la población. Ese es un logro indiscutible de la verborrea mañanera. 

Si la oposición no muestra el rostro pronto, si no comienza por plantear y planear elecciones primarias (como lo sugirió ayer el propio López Obrador), nada podrán hacer contra la aplanadora oficial. El País no crece, la violencia sí y las deficiencias administrativas de la Federación le pegan al ciudadano. A pesar de todo, la economía sigue su marcha; las remesas alivian la balanza de pagos y soportan al peso que no se devalúa, y el subsidio a la gasolina ayuda a detener la espiral inflacionaria. El País no está bien pero tampoco hemos caído en un hoyo.

La alianza opositora tendría que realizar un proceso interno ejemplar para la selección de candidatos si quiere mostrar al País que puede organizar mejor una elección. El problema: no vemos a uno o varios líderes que hagan la diferencia. Ante ese hueco, escuchamos a muchos empresarios y ciudadanos prudentes que ponen su esperanza en la candidatura de Marcelo Ebrard, el moderado. Todo porque no confían en el buen juicio de Claudia Sheinbaum y desconocen a Adán Augusto López. 

¿Por qué los partidos de oposición se niegan a la apertura democrática interna? El PAN podría poner el ejemplo en un viaje a la raíz. Es el partido más grande de la oposición, sin embargo no vemos participación ciudadana en actos públicos multitudinarios. Ni siquiera  canaliza el enorme descontento que hay entre la clase media que representa.

Todo el vapor de inconformidad sale de la olla de presión en algunos programas de TV y de radio o en las redes como el de Carlos Loret, Brozo o Carlos Alazraki, entre otros. Tal vez el problema sea que tienen miedo a convocar y que pocos participen. En las últimas manifestaciones en pro de la paz, en contra de los abrazos y no balazos, no hay líderes que caminen al frente.

Tampoco hay un proyecto concreto para canalizar esa energía opositora que existe en los estados más urbanos del país. Dan lástima el PRI de Alito Moreno y el PAN de Marko Cortés. Sabemos que hay personajes de mucha más altura en los dos partidos pero están bloqueados por la burocracia, por intereses mezquinos. 

El único camino posible es hacer ese viaje a la raíz del electorado y comprometerse en la construcción de la democracia interna de los partidos con elecciones primarias. No hay de otra.

 

Leave a comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *