Comencemos con un poco de contexto: en Estados Unidos, la Cruz Roja Americana declaró una crisis nacional de sangre originada por el peor desabasto registrado en la última década, manifestándose como una serie de riesgos de carácter grave para la atención de los pacientes.
Bajo estas circunstancias, los médicos han sido forzados a tomar decisiones de alta complejidad, acerca de quién recibe transfusiones de sangre o quién necesitará esperar hasta que una mayor cantidad de estos elementos estén disponibles.
Pues bien, en México estamos en una situación de una complejidad igual o mayor y para ello haré algunas comparaciones puntuales con datos obtenidos de los informes de desempeño del Centro Nacional de la Transfusión Sanguínea (CNTS) y otras dependencias de salud pública.
En el año 2017, el CNTS reportó un total de 2,365,360 donaciones. Para el año 2021, en el último reporte generado de desempeño, se reportaron un total de 1,038,503, es decir, en el transcurso de 4 años hubo una reducción abismal de 1,326,857 donaciones (detrimento del 57% respecto a ese periodo inicial de referencia). Si bien se puede atribuir a la pandemia la disminución en la generación de este recurso, llama la atención que para 2019 (periodo pre-pandemia) se obtuvieron solamente 1,724,585 donaciones (es decir, una reducción de 620,918 eventos, cuando se hace la comparación de 2017 a 2019).
En la comparativa de los dos años iniciales de pandemia (2020 Vs 2021) se registra una pérdida de 229,097 donaciones o el equivalente al 18% en la relación de estos dos años de carácter extraordinario. Esto es de llamar la atención, generar preocupación y motivar a la acción, puesto que estos cientos de miles de componentes no disponibles, siguen siendo necesitados por multitud de pacientes y más ahora que los servicios de salud se encuentran en recuperación y reapertura.
Es de hacer notar también que desde el año 2014, había un incremento sostenido (pobre, pero consistente) de la proporción de donadores voluntarios o altruistas en relación a las donaciones totales, sin embargo, en el periodo de 2021 se observó una disminución del 1.02% respecto al año anterior (que se encontraba en 8.45%).
De la misma manera, a últimas fechas se reporta la suspensión de alrededor de 55 bancos de sangre en el país, lo que representa la pérdida de accesibilidad al casi 10% de establecimientos de este tipo, aludiéndose como causas de su suspensión desviaciones en licenciamiento y responsabilidades sanitarias y en vez de ser las autoridades generadores de soluciones, continúan perpetuando círculos viciosos que redundan en la falta de asequibilidad de servicios de salud.
En otra vertiente, en el documento “Guía nacional de criterios para la selección de donantes de sangre y sus componentes sanguíneos para el uso terapéutico”, asegura el CNTS (como es de notar, sin evidencia disponible) que existe autosuficiencia en componentes sanguíneos, haciendo manifiesto que el esquema de donación familiar o por reposición (donar cuando un familiar, amigo o conocido lo necesita) es “cómodo y sobrevalorado” y es el que genera dicha autosuficiencia, cuando la evidencia internacional sugiere que este esquema es el menos eficiente para proporcionar seguridad y abastecimiento oportuno de sangre y sus componentes.
De la misma manera, llama la atención el adjetivo de “cómodo” asignado a la donación por reposición, cuando multitud de donadores tienen que desplazarse largas distancias, disponer de gran cantidad de tiempo, ausentarse de su trabajo con los descuentos potenciales, faltar a la escuela, pagar transporte, hospedaje o alimentos, lo que redunda en un alto costo para realizar esta actividad. Además, este nuevo documento está plagado de inconsistencias, contradicciones y disposiciones carentes de evidencia científica puntual.
Estos y otros datos que vale la pena discutir, son evidencias de que las políticas públicas implementadas en este tema de salud poblacional continúan siendo ineficientes. Estamos en una verdadera CRISIS (así, con mayúsculas) de accesibilidad a sangre y sus componentes y se pone peor cuando hablamos de los hemoderivados. Por ello, urge el voltear a ver y atender este grave problema de salud pública y desde esta tribuna lo comento: los médicos patólogos clínicos estamos dispuestos a colaborar. Es tiempo.
Dr. Juan Manuel Cisneros Carrasco, Médico Patólogo Clínico. Especialista en Medicina de Laboratorio y Medicina Transfusional, profesor de especialidad y promotor de la donación altruista de sangre
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