El viernes pasado llegó al 911 un reporte de detonaciones en un bar clandestino de San José el Nuevo, municipio de Celaya, en el estado de Guanajuato. Dos unidades policiacas se acercaron al lugar y reportaron que, regadas por el piso, había varias personas con disparos de arma larga.
Se solicitó el auxilio de socorristas, quienes corroboraron que ocho personas habían perdido la vida y que cinco más se hallaban heridas.
Los agresores que esa noche habían llegado en motos y camionetas, abrieron fuego contra 13 personas.
El Ejército, la Guardia Nacional, elementos de la Secretaría de Seguridad Pública del estado, iniciaron un operativo de búsqueda que terminó con los resultados de siempre: ningún detenido y solo unos cuantos rastros del sitio por el que habían huido los agresores.
La misma noche, a través de mensajes de WhatsApp, se esparció la noticia de que había ocurrido una masacre en el camino de terracería que conecta Tolixtlahuaca con Tejería, en el municipio de Quechultenango, Guerrero.
Las autoridades hallaron un cuadro aterrador. Seis personas asesinadas con tiros de .223 y 7.62, entre ellas, dos menores de edad.
Cuatro de las víctimas presentaban tiro de gracia, y dos habían sido decapitadas: sus cabezas se hallaban a unos metros, a un lado de una camioneta Estaquitas a la que los agresores habían prendido fuego.
La masacre es atribuida en la zona a la pugna que sostienen Los Tlacos y Los Ardillos. En comunicaciones cambiadas en redes sociales entre habitantes de la región se señala que las víctimas formaban parte del último de estos grupos.
No hubo, sin embargo, detenidos. Ninguna información sobre quienes acribillaron y decapitaron a esas personas.
14 muertos en masacres perpetradas en México con solo unas cuantas horas de diferencia.
En su informe más reciente sobre atrocidades y eventos de alto impacto ocurridos en el País, la organización Causa en Común señaló que entre enero y junio de 2022 se llevaron a cabo 250 masacres.
El mapa del horror incluye los estados de Michoacán, Guanajuato, Zacatecas, Guerrero, Morelos, Veracruz, el Estado de México y Baja California.
A estas cifras deben agregarse las de julio, el segundo mes más violento en lo que va del año, y en el que se cometieron 2 mil 331 homicidios dolosos en el País, según el reporte del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (en mayo, el peor mes del año, se habían denunciado 2 mil 472 homicidios).
El 3 de julio, en una cantina de Fresnillo, Zacatecas, que paradójicamente se llama “El Paraíso”, hombres armados ejecutaron a cinco personas.
Al día siguiente a la medianoche, en Boca del Río, Veracruz —un estado con más de seis mil desaparecidos y totalmente sembrado de fosas clandestinas—, otro comando irrumpió en un domicilio y en menos de un minuto asesinó a quienes ahí dormían: tres hombres, tres mujeres y un niño.
Las víctimas eran propietarias de una carnicería. El gobierno del estado aseguró que “como en todas las veces que se atente contra las y los veracruzanos, no habrá impunidad”, pero hasta la fecha no hay información alguna sobre los agresores.
A las cifras del País de los 100 asesinatos al día en promedio, en unas horas se sumaron 11 víctimas más: otras 11 historias de impunidad.
2022 había comenzado con una masacre en el Valle de Mexicali, en Baja California. A las 9:30 del 1º de enero, un comando mató a cinco personas en un domicilio, por supuestos conflictos de narcomenudeo.
El año ha sido una espantosa carnicería.
Apenas el 10 de junio pasado se reportó en León, Guanajuato, el asesinato de seis miembros de una familia que salía de un salón de fiestas en la colonia Santa María de Cementos.
El mayor de ellos era carpintero y tenía 65 años. Entre las víctimas había dos mujeres y un menor de edad. Sujetos armados y encapuchados habían arribado en motocicletas, abriendo fuego contra varios de los asistentes.
Este fin de semana, a la galería de horrores se agregaron, nuevamente, los nombres de Celaya y Quechultenango.