Al grito de: “¡vivir sabroso!”, la izquierda colombiana renueva las credenciales de esa corriente como sujeto del cambio en América Latina. Es un buen momento de contrastarla con la izquierda mexicana. 

Las izquierdas latinoamericanas asignaban al partido la función de alcanzar el poder político para construir el mundo nuevo. En los años sesenta y setenta del siglo XX se daba legitimidad a la lucha armada mientras los movimientos sociales y los organismos no gubernamentales eran los peldaños del partido convertido en vanguardia. 

A principios del siglo XXI, los partidos de izquierda fueron perdiendo brújula y fuelle. Los movimientos sociales y las modestas ONG alimentaron el caldero donde se forjaba la nueva agenda del cambio; en ella cupieron las feministas, los ambientalistas y los derechohumanistas –entre otros— que compartieron espacio con la economía de mercado, la transparencia y la democracia liberal. 

El domingo, en Colombia culminó simbólicamente el ciclo. Gustavo Petro, exguerrillero del M-19, recibió la banda presidencial de la hija del fundador de esa guerrilla; mientras que su vicepresidenta, Francia Márquez, abandera a “los nadie y las nadie” desde su historial como feminista y ambientalista. Juntos, se proponen hacer realidad la agenda de izquierda para el siglo XXI. 

La izquierda mexicana está rezagada frente a ellos. Por el momento, sigue apostándole al liderazgo carismático de Andrés Manuel López Obrador que tutela un partido entregado a sus designios. No es accidental que Porfirio Muñoz Ledo -quintaesencia del intelectual orgánico de varios partidos- le entregara la banda presidencial. 

Por su veneración al régimen partidista como único sujeto de cambio, a los 74 días de estar en Palacio Nacional el presidente dictó la Circular Número Uno prohibiendo al gobierno federal financiar a las ONG y a los movimientos sociales. También es lógico que a partir de entonces iniciaran las descalificaciones a feministas, ambientalistas, periodistas y académicos. 

Es una batalla que tiene perdida por una razón fundamental, y es que el presidente y el dirigente de Morena descalifican, despotrican, pero no eliminan. Y en política lo que no mata, fortalece. Ha sido un sexenio difícil para los actores independientes de la sociedad civil, el periodismo y la academia. Difícil pero no letal. Han sobrevivido porque tienen bases sólidas y porque la 4T está dividida frente a ellos. Una franja reconoce sus aportes y la prueba está en que tres de los cuatro precandidatos de Morena han puesto distancia de las fobias presidenciales.

Desde esta perspectiva, nuestro presidente es una figura de transición que de manera involuntaria está forzando la reconstrucción de la izquierda social mexicana. Importa que los partidos sean poco relevantes; son cascarones vacíos de propósito, con cúpulas burocratizadas y amansadas por la obsesión con los triunfos electorales que les preservan las multimillonarias prerrogativas públicas y les dan acceso a los cargos desde los cuales controlan presupuestos. 

Al ser excluida del bloque gobernante, la sociedad organizada se ha puesto a elaborar propuestas de solución a algunos de los grandes problemas nacionales. La formalización de dichas propuestas tiene como fecha en el calendario las elecciones presidenciales de 2024, cuando deberá presentar sus planteamientos sobre el medio ambiente, la desaparición forzada de personas, la inseguridad y los derechos de las mujeres, entre otros temas. Por convicción y conveniencia, los candidatos a la presidencia los escucharán y entablarán el diálogo rechazado hasta ahora por el presidente. En suma, mientras los partidos viven su interminable competencia por los cargos, la sociedad organizada debe mexicanizar la consigna colombiana de “vivir sabroso” para entender, proponer y, cuando sea posible, implementar soluciones a los asuntos que preocupan a la ciudadanía. 

Concluyo con un pronóstico. En este siglo, la sociedad civil latinoamericana se afianzará como el principal sujeto del cambio histórico. Los partidos seguirán existiendo, pero la energía, propuestas y liderazgos vendrán de una sociedad más sólida en intelecto y ética que los partidos. Estos vaivenes históricos son parte del novedoso “vivir sabroso” nacido en Colombia. 

@sergioaguayo

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