Desde hace algunos meses contemplé venir a Cuba para tratar de conocer de viva voz lo que espera la gente de su futuro. Al paso de las semanas las circunstancias cambiaron a una velocidad inesperada. Como todos los países, la isla sufrió un serio deterioro por la pandemia.
Una isla, encerrada de por sí, tuvo que guardarse aún más. Su fuente de divisas se secó por el turismo interrumpido. No tuvo más remedio que racionar todo. Al principio fueron alimentos y medicinas, luego la electricidad y los combustibles.
Los médicos y científicos cubanos lograron desarrollar vacunas contra el Covid-19 llamadas Soberana, Abdala y Mambisa en un periodo corto de tiempo, algo que no pudimos hacer en México con el Conacyt. Cuba logró contener la epidemia y hasta el sábado pasado habían muerto por Covid 8 mil 529 personas, una cantidad menor si se compara con México que tuvo cuatro veces más la mortandad por habitante que Cuba.
Tuvieron el remedio para la salud pública pero no para la caída en la producción y sostener el escaso comercio de la isla con el mundo. La falta de todo caló hondo en el ánimo de la gente, que protestó por todo el país el 11 de julio del 2021. El reclamo de Patria y libertad -en lugar del lema de Fidel “Patria o Muerte”- trajo de inmediato represión. Miles fueron detenidos y unos 700 pisaron la cárcel con condenas de meses hasta 7 años. El gobierno pudo reprimir el descontento y la desesperanza por medios violentos. Dos de los detenidos son el cantante Maykel Castillo y el compositor Manuel Otero, intérpretes de Patria y Libertad, un nuevo himno de lucha frente al gobierno. Piden entre 7 y 10 años de cárcel para ellos.
De la represión no siguieron cambios sino más racionamiento y finalmente apagones que duran de 4 a 12 horas en las provincias. A La Habana, principal destino turístico, la habían podido mantener con luz continua hasta que, bajo pretexto de solidaridad con el interior, iniciaron las interrupciones. Los apagones van por colonias y se pueden ver por los semáforos apagados donde jovencitas dirigen el tráfico con el sol a plomo del mediodía.
Al comienzo del mes cayó un mal rayo que desencadenó incendios en cadena de cuatro “super tanques” de petróleo. Estimaciones extraoficiales dicen que se consumieron más de cien mil toneladas de petróleo; 16 jóvenes bomberos murieron calcinados después de que les encomendaron la misión inicial de contener el fuego. La participación de expertos mexicanos y venezolanos no fue suficiente para detener las llamas. Un buen porcentaje (no sabemos cuánto porque no hay cifras oficiales) de la reserva de petróleo para refinar se convirtió en humo.
La gente, en la penumbra, saca cacerolas para protestar, pero no está en manos de la empresa estatal Unión Eléctrica resolver el problema. Las termoeléctricas son viejas y no tienen mantenimiento, su capacidad apenas llega a 2 mil 500 megavatios y la demanda es de 3 mil. Si a eso sumamos la tragedia de Matanzas, el horizonte está literalmente, oscuro.
Después de la caída del muro de Berlín y la disolución de la Unión Soviética, Cuba entró en un “período especial”, es decir, en una depresión económica que sólo pudo sortear por el liderazgo de Fidel Castro. Resistieron con estoicismo la pobreza franciscana impuesta por la realidad de no tener quién pagara las compras del azúcar y otros productos de la isla. El periodo especial regresó pero al parecer el gobierno de Miguel Díaz-Canel no lo reconoce.