Desde un punto de vista estadístico, hablar de turismo en México y en el mundo puede hacernos caer en afirmaciones manidas.
Por ejemplo, resulta frecuente escuchar que el sector turístico aportó el 6.7% del Producto Interno Bruto de nuestro país en 2020, un nivel inferior al de años previos -a causa de la pandemia-, cuando esta cifra se colocaba en un promedio del 8%.
Es también común oír que el turismo aporta casi el 9% de todos los empleos formales en México, al ser éste uno de los países más visitados por viajantes del extranjero, pues en 2018 fue el quinto destino de preferencia entre los Estados pertenecientes y socios de la OCDE, sólo por debajo de Francia, Italia, España y Estados Unidos. Ese año, poco más de 41 millones de personas visitaron nuestra nación.
Estas cifras, en términos absolutos y relativos, se pueden presentar como un caso de éxito en el sector turístico mexicano, pero en el día a día encontramos historias que merecen ser contadas y realidades que tienen que ser atendidas, pues las estadísticas oficiales no las contemplan.
Nací en una de las comunidades de Zacatecas, un estado que depende altamente del turismo, y aunque hoy en día la distancia entre esa comunidad y la capital es de menos de una hora, en mi infancia visitarla era un lujo, una actividad que requería meses de ahorro y de esfuerzos; por eso crecí rodeado de personas que hasta su adultez pudieron conocer la icónica catedral.
Lo mismo sucede con muchas y muchos mexicanos que no cuentan con los medios suficientes para recorrer el país. Resulta aberrante que en México, territorio rodeado por las mejores playas del mundo, haya quienes aún no conocen el mar, o que existan personas que no tengan la oportunidad de visitar sus estados vecinos.
Debemos aspirar a que esas situaciones sean cada vez menos comunes, a que nuestros niños, niñas y jóvenes puedan cultivarse a través del turismo tanto nacional como extranjero. Para ello tenemos que diseñar políticas públicas que permitan a los sectores menos favorecidos contar con los recursos para conocer nuestro país y otras naciones.
Los paisajes de nuestro territorio, inmortalizados por artistas como el Dr. Atl o José María Velasco, siguen siendo objeto de admiración. Los desiertos del norte contrastan con nuestras playas y selvas. Las pirámides conviven con las construcciones coloniales y con los edificios de arquitectos modernistas como Mario Pani. Es decir, México lo tiene todo, pero ese potencial turístico, esa belleza endógena y las riquezas culturales son, en muchas ocasiones, desaprovechadas y poco conocidas.
El orgullo de contar con esta diversidad no debe alejarnos de la realidad: muchos de los centros turísticos del país han sido descuidados. La inseguridad mermó el número de visitantes, ocasionando a su vez una disminución en la inversión en infraestructura, y dio como consecuencia el envejecimiento prematuro de ciudades y atractivos para el turismo.
El Estado debe brindar las condiciones necesarias para renovar y recuperar los centros turísticos icónicos, mantener vigentes los actuales y generar las condiciones para el surgimiento de nuevos destinos. Sólo como ejemplo, en 2009 el turismo en Islandia representaba el 3% de su PIB, y antes de la pandemia, en 2019, este número aumentó al 8%. En ese mismo periodo de tiempo, en México, el porcentaje pasó del 8.1 al 8%; no hubo crecimiento. Tenemos que aprender de experiencias exitosas y hacer lo que nos corresponde para aprovechar el potencial turístico del país.
Si bien la pandemia mostró que el sector puede ser vulnerable en algunos frentes, lo cierto es que sus fortalezas son más que sus debilidades. En México contamos con ventajas comparativas que otros países no tienen. No se trata de un sector extractivo, al contrario, su fortalecimiento contribuirá a impulsar el desarrollo económico, y a mejorar la calidad de vida de quienes lo integran, como el personal de servicios, proveedores e inversionistas.
Esta semana estaré en Acapulco, lugar que representa el potencial y los riesgos del turismo en México, para participar en el foro “Turismo: Desarrollo Social y Sustentable”. Desde ahí hablaremos sobre los cambios que entendemos como necesarios para el sector.
Las acciones más apremiantes son brindar la certeza necesaria para que continúen las inversiones y el desarrollo de actividades, a fin de fortalecer el Estado de derecho. El objetivo es sencillo, pero ambicioso: convertir a nuestro país en el más visitado y con el mayor número de viajeros en el mundo.
@RicardoMonrealA