Nuestro País no explota gracias al esfuerzo de muchas personas, organizaciones civiles (y algunas veces de empresas) que aportan su vida para atender a las mayorías. El narcomenudeo, el pandillerismo y la violencia son solo la expresión de una realidad social que no ha dado a las mayorías, las oportunidades que pocos tenemos. 

Países como Venezuela, Brasil y Cuba, han desarrollado políticas sociales que acercan gratuitamente el deporte, el arte y la cultura a las mayorías y en esto en México, tenemos mucho por avanzar.

Precisamente, inspirada en la experiencia venezolana, en México se dan iniciativas de orquestas comunitarias que surgen a partir de la identidad de la gente con su entorno y contribuyen a la prevención de las conductas de riesgo para niños y jóvenes. Estos proyectos se complementan con la educación formal de las escuelas y proyectos productivos en las comunidades. Aquí en León, en Santa Ana del Conde, fue creada la orquesta infantil y juvenil Trinitate Philharmonia y se dan otras iniciativas en las Joyas, en Villas de San Juan. Esta estrategia musical la han seguido también Fundación León e Imagina. En Ciudad del Niño Don Bosco, desde hace 64 años, es parte de la formación de los pequeños.

Como muchos hechos en la vida, los proyectos buenos son hijos de la casualidad (lo que algunos llamarán “la gracia”) y de la formación de redes y contactos que confluyen en la misma idea: crear alternativas, música, educación, formación, a los hijos de esta tierra. Pero si bien la música es un elemento de la formación en las colonias de alta marginación, el problema mayor es educar en pre-escolar, primaria y secundaria y el mayúsculo es reinsertar jóvenes en conflicto con la ley. Aquí es donde hacen falta recursos; aquí es donde las inversiones financieras son enormes. No es tan difícil formar musicalmente por las tardes a niños en zonas marginadas, pero atenderlos en el sistema escolar en las mañanas, pues implica profesores, desayunos, recursos educativos, entre otros, es lo verdaderamente complicado.

Los salesianos tienen a la música como una estrategia para educar al niño y al joven en etapas tempranas para hacerle ganar sensibilidad y sentido, alejarlos de la calle, transformar su vida. San Juan Bosco lo incluía en su “sistema preventivo” que ha permitido salvar a millones de jóvenes de la desesperanza. La sola música no genera mejores condiciones de vida y menos entre los más pobres, es cierto; no es tampoco el escape a la realidad que la gente debe dar para luchar por mejores condiciones de vida; menos es la renuncia que tiene el pobre a sus derechos básicos. La música es pues, un recurso, un resorte, que usamos los educadores, para que el educando crezca, se conozca más, vibre con su historia y su cultura y aprenda a entonar canciones comunes.

Perdonen, pero por eso pido, amigos víctimas de estas letras, me ayuden en esta campaña para sostener el ensamble musical para nuestros 250 niños y jóvenes aquí en Ciudad del Niño Don Bosco y sus voces se escuchen armoniosas. Tenemos los instrumentos básicos: guitarras, contrabajo, baterías y lo estamos ampliando y queremos que disfruten el 9 de diciembre a escuchar el ensamble musical de nuestros chiquillos. Son 250 niños, niñas y adolescentes interesados en aprender iniciando por el solfeo y el pentagrama. No tenemos los recursos de los grandes consorcios empresariales que hacen mercadotecnia social con sus orquestas.

Por eso pido su ayuda, sus ideas, sus contactos. ¿Sabes de algún fondo para proyectos musicales? ¿Sabes de alguna empresa que quiera apadrinar la idea? Nuestro ensamble, el Santa Rosa-Don Bosco, entrará al programa de orquestas comunitarias del Instituto Cultural de León y contribuirá a la identidad de esta comunidad rural que albergó hace 80 años, a 1,700 polacos. Nuestros internos, los estudiantes de las escuelas y los jóvenes que participan en el programa de reinserción social disfrutarán de la música como un medio para construir proyectos de vida, en este entorno de marginación y vulnerabilidad donde los jóvenes construyen esperanza, aquí, en Santa Rosa Plan de Ayala.

 

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