“Estamos convencidos de que la estrategia para enfrentar la violencia y al crimen organizado que se aplicó durante los mandatos de Felipe Calderón, Enrique Peña Nieto y Andrés Manuel López Obrador no ha funcionado. Esto se debe a que el Gobierno Federal no puede resolver el problema de la violencia en los estados. Desde el inicio, la estrategia fue la equivocada, y a pesar de la evidencia de su fracaso, se insiste en mantenerla”.
Rubén Moreira, exgobernador de Coahuila y líder del PRI en el Congreso.
La cita proviene de un libro publicado este año por Rubén Aguilar y Rubén Moreira llamado “Jaque Mate al crimen organizado, Coahuila: una estrategia multidimensional para la paz”.
La narrativa del ensayo resulta interesante. Moreira dice que sólo los gobernadores con voluntad política pueden regresar a sus estados la paz. Según cifras, logró bajar los homicidios dolosos al 87% y los homicidios entre bandas al 92%.
Unas semanas después apoya la estrategia que criticaba y vota con su partido en favor de que la Federación haga el trabajo a través de la militarización. Una incongruencia sólo comparable con la del partido Morena, que prometió, al igual que el presidente López Obrador, regresar a los militares a los cuarteles.
¿Cómo puede un hombre con algo de dignidad retractarse de sus ideales, promesas y compromisos? El presidente lo dijo cuando estaba en campaña, pero Moreira escribió un tratado -bastante interesante y convincente por cierto- de cómo redujo la violencia en su estado y logró ubicar a Coahuila entre las entidades más tranquilas.
Moreira asegura que sólo con las policías estatales y municipales bien organizadas, limpias y muy bien remuneradas, se podía dar “jaque mate al crimen organizado”. ¿Qué le estarán perdonando o prometiendo a cambio de desdecirse, de borrar una tesis válida de competencia política para pacificar el estado que le entregaron en medio del caos?
Por si fuera poco, Moreira declaró ayer que “lo que afecta a México es dejarlo sin Ejército, es con el narco o con el Ejército, esa es nuestra frase”. Todo lo contrario a lo que expuso como el mayor logro de su vida, tomar el problema como propio y enfrentarlo. Nunca delegarlo a los militares.
Es cierto que a los ciudadanos lo que les importa es el regreso de la tranquilidad y la paz. Si alguien asegura que el Ejército resolverá el problema, basta ver a grupos armados persiguiendo a soldados. La impotencia del Ejército no está dada por su falta de competencia, ni siquiera porque le falten efectivos o inteligencia; tampoco porque esté construyendo obra pública o administrando las aduanas. El verdadero problema en este sexenio es que no les han permitido atacar de frente el problema. Los tienen amarrados.
Esto no quiere decir que deban ser ellos, los soldados, quienes se encarguen de la seguridad pública, ni siquiera que haya un periodo de transición para que regresen a los cuarteles, el problema es la falta voluntad política para usar la fuerza del Estado para atacar la violencia. En su libro, Moreira valora como motor inicial de la pacificación de Coahuila su voluntad de ser el líder contra la violencia, no el general de la zona ni el presidente de la república. Hoy se contradice porque así le conviene. Su libro lo escribió con Rubén Aguilar, quien fuera vocero en el sexenio de Vicente Fox. Habrá que preguntarle a Aguilar qué quiso decir el exgobernador Moreira, porque es inexplicable una traición de ese tamaño a la propia palabra.