En este espacio por años he planteado la tesis de que México es un país con una enorme tradición liberal y que, en la historia, a pesar de los enormes costos de las luchas intestinas, este pensamiento ha vencido al conservador. No defiendo el hecho de que sean las guerras internas un mal necesario. No. Todo lo contrario, cuando hemos estado divididos, es cuando hemos tenido nuestros episodios más oscuros, como la pérdida del territorio nacional en 1848. Solo doy cuenta de esta realidad de odios entre paisanos y que no hemos tenido la capacidad de resolver nuestras diferencias para caminar hacia un proyecto común donde quepamos todos.

Es cierto que nos hemos dividido en dos bandos; ya en un lado los conservadores defendiendo el Virreinato y los insurgentes buscando la independencia en el otro. Después los pro imperialistas conservadores contra los nacionalistas liberales en el segundo imperio, para en la segunda mitad del siglo XIX fragmentarnos unos en contra y otros a favor de las Leyes de Reforma. Vendrían también las corrientes conservadoras a favor del porfiriato y las liberales que estaban en contra, para que en la misma Revolución afloraran también las diferencias entre estos mismos bandos enfrentados pronto en la Cristiada.

La consumación de la Revolución reafirmó la victoria liberal con nuestro estado laico que nos dio paz por fin, al triunfar en 1917 nuevamente sobreviviendo un partido hegemónico que por 71 años nos dio equilibrios con las tres mutaciones institucionales que tuvo en PRI en esos años. Los liberales más radicales provenientes de la misma Revolución de 1910 tuvieron peso en ese partido, para que familias de bandidos saquearan con sus excesos al País por décadas para reventar todo en los setenta. Algunos ante el desastre, crearon alternativas políticas en la izquierda, pero fueron siempre contenidos por el sistema político priísta en el 68, hasta que otros como Cárdenas y Muñoz Ledo se unieron a la izquierda histórica en 1988 fragmentando al PRI. Los conservadores en tanto, aglutinados en el PDM y el PAN, tuvieron su expresión política, que, con el hartazgo hacia el PRI, vieran la posibilidad de gobernar en el 2000 el nuestro País.

El PRI, acostumbrado a ganar elecciones desde el poder presidencial, esperaron 12 años para que el País, decepcionado por los resultados de dos sexenios panistas, pidieran el regreso del amo. Y lo trajeron de regreso en el 2012 con Peña Nieto, para que, en un sexenio de saqueos, crearan las condiciones para que AMLO y Morena, fusiones del pensamiento liberal y con tránsfugas del PRI y del PAN, alcanzaran el poder en forma arrolladora, votando ese 30% de mexicanos que votan sistemáticamente por la izquierda y otro 30% de ciudadanos liberales hartos del PRI, atraídos por un redentor que presentó la tierra prometida.

Por eso, como lo he escrito durante años, el PRI histórico y Morena, son un mismo ser vivo. Sus genes y cromosomas políticos se conocen. Las prácticas corporativas son las mismas; programas sociales y disciplina vertical. Funcionarios claves del gobierno federal de Morena fueron priistas y muchos de sus representantes populares, también lo son. En la práctica, la izquierda histórica, no está representada con su peso específico en los puestos clave. De allí que, en la coyuntura reciente, con un PRI moribundo y con un Presidente nacional impresentable, se esté dando la ruptura “contra natura” del PAN y del PRI, para que éste se alíe en la legislatura con Morena.

Si nos remitimos a las plataformas políticas registradas ante el INE, el PRI, cuyo origen fue el pensamiento liberal de la revolución mexicana y que perdió con Salinas en 1988, tiene enormes coincidencias con la de Morena que refleja el pensamiento liberal y de la izquierda histórica. Y aunque otra cosa son las alianzas coyunturales de acuerdo a intereses, como el apoyo que el PRI dio a Morena esta semana para aprobar la militarización del País, la realidad es que el PRI-MOR (alianza del PRI y de Morena) ideológicamente es más natural que la que tenga el PRI y el PAN. Así, que el PRIMOR existe genéticamente, en este México pobre que, en su historia, ha hecho predominar siempre el pensamiento liberal.

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