Tuve la fortuna de realizar mi trabajo doctoral durante varios años en el Laboratorio Rutherford en Gran Bretaña. Este se encuentra localizado en un suburbio al sur de la ciudad de Oxford, en el poblado de Didcot, en donde también se encuentra el Laboratorio Joint European Torus (JET).

Ambos laboratorios están dedicados a la investigación en fusión nuclear.  El primero utilizando láseres, para lo cual cuenta con el láser Vulcan que es uno de los más potentes láseres del mundo y el más potente en Europa, este láser es utilizado para estudios de confinamiento inercial de reacciones termonucleares, y el segundo laboratorio, JET, contiene un Tokamak para estudios de fusión nuclear utilizando confinamiento magnético. Ambos son laboratorios nacionales lo cual significa que tienen acceso severamente restringido y que allí se encuentran investigadores de muchas universidades británicas y de muchas otras instituciones del más alto prestigio de prácticamente todo el mundo. Mi trabajo doctoral lo realicé en colaboración con colegas de las universidades de Londres, Belfast y Essex, así como de la Ecole Polytechnique de París y de la Universidad Nacional de Finlandia. La atmósfera académica e intelectual era, y sigue siendo, simplemente extraordinaria.

Después de cada día de trabajo, era una regla general de estudiantes doctorales e investigadores visitar algún Pub de la ciudad y tomar una pinta de cerveza en donde además de los problemas de investigación se hablaba de todos los temas imaginables.  Una regla no escrita pero válida para todos era el respeto y la solidez argumentativa con que cada conversación debía de llevarse a cabo. Evidentemente en muchos temas no había coincidencias, pero civilizadamente, “se estaba de acuerdo en que no se estaba de acuerdo” y esto se aceptaba con todo respeto y como parte de esa actitud flemática de tolerancia muy británica. Se entendía que el intercambiar ideas no tenía como propósito convencer a los demás de otros puntos de vista, sino que era simplemente un ejercicio de enriquecimiento intelectual.

Las conversaciones sobre el sistema monárquico del gobierno británico eran frecuentes. Muchos veían a la monarquía como una institución anacrónica y carente de sentido. Los argumentos en este sentido eran frecuentemente históricos, se recordaba el abuso y la explotación de las colonias para beneficio del imperio, a lo cual algunos respondían que esto es en la actualidad sin duda vergonzoso pero que fue una peculiaridad histórica de todos los países colonizadores como España y Portugal en el continente americano, o Bélgica en el Congo africano, entre otros ejemplos, y no una característica exclusiva del imperio británico. Por otra parte, no faltaba quien recordara que, por ejemplo, la conquista británica de la India se realizó respetando el idioma, religión y costumbres de la población local mientras que, la colonización española de América sustituyó de modo brutal el idioma, religión y gran parte de las costumbres locales. Al llegar a este punto de la conversación, como podemos imaginar, no faltaban los que argumentaban que esto había sido una desgracia, así como los que argumentaban que esto había sido una bendición histórica.  Lo más interesante de estas charlas es que en ellas no había gritos, ni golpes, ni insultos, sino por el contrario un gran interés de todos los asistentes por escuchar los argumentos a favor y en contra. Otros argumentaban que la monarquía era obsoleta pues está desapareciendo en todo el mundo. Este argumento era recibido con humor pues no faltaba quien respondiera que sí todo lo que está desapareciendo en el mundo debe de ser eliminado entonces se llegaría a la absurda conclusión de que la poesía, la democracia, la ópera, el ballet clásico, la forma sonata para piano, entre mil otras cosas, también deberían de ser eliminadas.

Por otra parte, muchos señalaban que la opresión y explotación de otros pueblos no ha sido una característica exclusiva de los sistemas de gobierno monárquicos sino también, paradójicamente y en algún momento, de repúblicas como Francia y Estados Unidos. Se invitaba a recordar a Argelia e Indochina, así como a Centroamérica y Vietnam, entre muchos otros ejemplos. De esto la conclusión a la que algunos llegaban es que la explotación y opresión de otros pueblos no fue característica exclusiva de países con sistema de gobierno monárquico, sino también republicano. Con sarcasmo no faltaba quien señalara que, en algunos países, particularmente tercermundistas, esa explotación y opresión sigue existiendo, pero no de sus gobiernos hacia los habitantes de otros países, sino de sus gobiernos hacia su propio pueblo.

Otro importante argumento contra el sistema monárquico era la arbitrariedad de ser transmitido por medio de sangre. A este argumento no pocos señalaban que igualmente arbitrario son otros sistemas de gobierno incluido el republicano, en donde en la práctica son los intereses y el poder económico quien define, prácticamente de modo hereditario, a los gobernantes, por ejemplo, se señalaba la importancia de recordar el papel de familias como la Rothschild en Francia o los Rockefeller en Estados Unidos. Me era inevitable en ese momento recordar lecturas de reconocidos intelectuales mexicanos señalando el pequeñísimo grupo de familias mexicanas que desde la revolución mexicana controlan y transmiten, prácticamente de modo hereditario, los hilos del poder en este país.

Por último, no faltaba quien señalara que el éxito de un sistema de gobierno puede simplemente medirse a partir del nivel de vida y de las libertades de que gozan sus habitantes.  En este sentido, monarquías como Suecia, Noruega, Países Bajos y Gran Bretaña son un ejemplo de éxito a reconocer.

Lo anterior es parte de los recuerdos de aquellos años formativos que con nostalgia en este momento vienen a mi mente.  La reciente muerte de la Reyna Elizabeth II, inevitablemente los hace presentes.

Finalmente, no dejo de preguntarme: ¿Por cuántos y cuáles ex presidentes mexicanos, los habitantes de este país tienen un casi unánime amor, respeto y admiración, que el que tiene la casi totalidad del pueblo británico por la Reyna Elizabeth II? 

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