Se dice que era monumental y la imagen que dejaba en los navegantes que visitaban Rodas era inolvidable. Haciendo una comparativa actual con el Cristo del Corcovado, tendría dimensiones similares. Estamos hablando de “El Coloso”.

Destinada para rendir homenaje al dios Sol, fue encargada su construcción al escultor Cares de Lindos por el año de 280 a.C., convirtiéndose en la mayor estatua construida en la antigüedad y considerada una de las siete maravillas del mundo antiguo, la cual, gracias a su gran altura, permitía que los barcos pudieran entrar y salir del puerto por debajo de sus piernas, siendo espectacular admirar esta figura de bronce. Sin embargo, esta proeza de la arquitectura e ingeniería no duró mucho, pues se dice que un terremoto incidió sobre el punto débil del Coloso hasta derribarlo, ya que desafortunadamente le habían construido sus pies con barro. Así, amputado, cayó y no fue posible reconstruirlo y quedó solamente como una historia para contar a la posteridad.

Es reconocido que los sistemas de salud y los servicios que proporcionan impactan directamente en las poblaciones y sumados a otros determinantes (como el medio ambiente, educación o economía) resultan en mejoría de la esperanza y calidad de vida, así como en la incidencia y prevalencia de enfermedades. De la misma manera (y como he comentado en otras aportaciones previas) es innegable que el gasto en salud aumenta y es necesaria la inversión cada vez más robusta para poder garantizar accesibilidad, oportunidad y seguridad a las poblaciones, en cuanto a servicios y prestaciones de salud se refiere.

Sin embargo, es notorio que a últimas fechas, además de la crisis originada por COVID-19, se está produciendo un terremoto que amenaza con amputar las piernas que son cimiento de nuestro sistema de salud: Hablamos de los recortes presupuestales.

Hay que entender que los sistemas sanitarios tienen multitud de vulnerabilidades (varias de ellas ocultas y ahora expuestas por esta nueva realidad) y que muchos de ellos están operando a capacidades máximas sin tener aptitud de resiliencia sólida, lo cual significa que están bajo una presión brutal y una perturbación adicional puede originar que esos pies de barro terminen por colapsar y afectar de manera sustancial a multitud de personas. Esto es lo que resulta aún más desconcertante, puesto que las autoridades son conscientes de esta situación y están maquinando e implementando recortes sustanciales que, como su nombre lo indica, mutilan las expectativas y resultados potenciales que se esperan obtener de la prestación de servicios de salud.

Los recortes o políticas de austeridad, malentendidos y mal aplicados, se transforman en verdaderos hachazos que trágicamente afectan de manera aún más profunda a quienes menos tienen. Las comunidades más pobres son quienes las ven pasar peor ante estas decisiones, y los grupos vulnerables, como ejemplo la población infantil, quedan prácticamente desprotegidos.

Es insensato, demencial incluso, no proporcionar los recursos para intentar asegurar el bien más preciado con el que cuentan los individuos y por ende las sociedades, que es la salud. La manutención de la capacidad de los servicios de salud en todas sus vertientes es de prioridad fundacional: no puede haber una nación próspera o con visión de futuro prometedor si su población está enferma. Un coloso como es nuestra nación, merece un fundamento macizo como el bronce, que es una población sana en todas sus vertientes. Como lo he comentado anteriormente, es menester de nosotros como sociedad reclamar lo que es propio y justo. Es tiempo.

 

Dr. Juan Manuel Cisneros Carrasco, Médico Patólogo Clínico. Especialista en Medicina de Laboratorio y Medicina Transfusional, profesor de especialidad y promotor de la donación altruista de sangre 

 

 

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