Hace cinco años, entrevisté a un alcalde en un municipio remoto del Triángulo Dorado, una zona montañosa entre Sinaloa, Durango y Chihuahua. El municipio tenía cientos de rancherías y menos de cien policías. Para llegar de un extremo a otro del territorio comandado por el alcalde, debían andarse en coche unas 12 horas, por caminos escarpados, solo un puñado con asfalto.

Mi reportaje buscaba entender cómo los traficantes de drogas lograban enviar la marihuana en avión hasta sus clientes en Estados Unidos. La respuesta me la explicaron con una hoja de papel, en la que mis fuentes detallaron cuánto costaban las semillas, el mantenimiento de los cultivos, el empaquetado, el soborno a los militares y el envío en avionetas.

Ese mismo alcalde me contó que había invitado a la persona que compraba la mayor parte de la droga a los productores locales -el jefe, le llamaban allí- al ayuntamiento la noche del 15 de septiembre. El alcalde me dijo que quienes cuidaban allí eran los traficantes, quienes se encargaban de mantener a raya el robo común, quienes vigilaban que no hubiera secuestros, porque él no tenía personal ni presupuesto suficiente.

En la cima de una montaña, donde estaba la pista de despegue de las mercancías, vimos una base militar. Nunca pudimos comprobar los sobornos, pero vimos cómo habitantes y militares convivían, a unos metros de donde se alzaban unos imponentes cultivos de marihuana.

Recordé aquella cobertura esta semana, cuando escuché de nuevo, ahora en la Ciudad de México, una canción de Los Tigres del Norte, un grupo predilecto entre las fuentes que entrevisté en el triángulo. En el Zócalo sonó “Jefe de jefes”, una canción que en la narcocultura mexicana se asocia con Miguel Félix Gallardo. Una parte de la prensa y de la oposición dijo que esta era la prueba más reciente de que el gobierno obradorista tiene un pacto con el narcotráfico, horas después de que el Presidente pidió a su Secretaria de Seguridad que explicara en conferencia los problemas de salud de Gallardo, quien busca prisión domiciliaria.

Claramente, una canción en el Zócalo no es prueba de un pacto mafioso. Pero vale la pena preguntarse qué más está pasando en esta administración, respecto a los traficantes y los militares.

En los últimos meses, hemos visto reportes crecientes de jefes mafiosos reuniéndose con políticos de Morena en fiestas y eventos. Hemos visto reportes sobre cómo los traficantes están controlando más actividades económicas como la agricultura y la pesca en amplias zonas del país, desde Michoacán hasta Baja California. Hemos visto, después del terror del culiacanazo, más narcobloqueos en otras ciudades. Hemos seguido documentando abusos de militares contra civiles, pero también casos de militares desarmados por delincuentes en zonas controladas principalmente por Jalisco Nueva Generación.

El gobierno ha fortalecido al Ejército, le ha dado más dinero, armas y ha retomado la estrategia calderonista de ir por algunos jefes, pero continúa sin avanzar en investigaciones que desmantelen las finanzas de las estructuras criminales o las redes de lavado de dinero que operan en la economía formal de México.

Esta semana, me reuní con varias fuentes de seguridad en Washington para hablar sobre el narcotráfico y la militarización. Les pregunté qué ha cambiado en el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, considerando que él llegó al gobierno en medio de una crisis de seguridad que inició mucho antes de su mandato.

Hay mayor control del narcotráfico sobre políticos locales, sobre la economía formal y otras actividades no relacionadas con las drogas, me dijeron. La estrategia obradorista trata a los traficantes como si fueran jefes pacíficos, no interesados en política, que tomarán acuerdos entre ellos. Pero los traficantes mexicanos de hoy no son los de la época del “jefe de jefes”. Los de hoy son organizaciones transnacionales, con presencia en cinco continentes, armas de alto poder, una estructurada y potente red de control político, económico y de lavado de sus ganancias.

Necesitamos en México una conversación mucho más seria y urgente sobre el narcotráfico. Esa conversación no pasa por las conspiraciones políticas ni las canciones en el Zócalo, sino por un análisis mucho más puntual, que la oposición mexicana no ha hecho.

@penileyramirez

 

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