De acuerdo con la tradición, los desfiles del 16 de septiembre empezaban con los cadetes de los tres colegios militares marchando con sus trajes de gala. ¿Cuál es el significado de que en el más reciente, el honor fuera dado a la Guardia Nacional?

La explicación más obvia es que el Presidente deseaba ungirla de legitimidad tras su polémica inserción en la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena). Una motivación similar se adivina tras los laudatorios discursos pronunciados ese día. Por supuesto que ninguno reconoció que el nuevo encuadre de la Guardia confirma la derrota de los presidentes que intentaron crear una Policía Federal. El contraste con Colombia y otros países realza lo monumental del fracaso histórico.

Ernesto Zedillo creó la Policía Federal Preventiva en 1999 y Vicente Fox la adoptó como propia. Felipe Calderón la transformó en Policía Federal en 2009 y a Enrique Peña Nieto se le ocurrió añadirle una Gendarmería Nacional que desapareció sin dejar rastro. Andrés Manuel López Obrador repudió el pasado creando una Guardia Nacional civil, que cuando no le funcionó la entregó al Ejército. En otros textos explicaré las causas de los sucesivos fiascos.

El contrapunto es el empoderamiento de las fuerzas armadas que después de Gustavo Díaz Ordaz fueron incrementando su autonomía, presupuesto y efectivos. Su poder dentro y fuera del aparato gubernamental conduce a la inevitable pregunta: ¿qué vamos a hacer con los militares?

Asumamos que las fuerzas armadas y su comandante en jefe se ratifican como los principales responsables de enfrentar al crimen organizado. La cantidad de muertos y desaparecidos, y el poderío alcanzado por los criminales confirman que nos han fallado. Después de 16 años de iniciadas las guerras del narco, se justifica preguntarse ¿hasta cuándo explicarán a la ciudadanía la magnitud del riesgo y lo que piensan hacer para enfrentarlo?

En el actual gobierno, el Presidente y los titulares de Sedena y Marina tratan a las bandas criminales como una parte natural del paisaje mexicano y confían en su achicamiento en la medida en la cual surtan efecto los subsidios sociales. Es cierto que las estadísticas se han aplanado y en algunas categorías han disminuido ligeramente los índices delictivos. Eso no significa que los cárteles estén derrotados. Nada de eso. En algunas partes del país siguen disputando el poder estatal y manteniendo niveles de violencia intolerables.

Existen otras opiniones que consideran incompleta y errónea la actual estrategia y utilizan hechos y razonamientos sólidos. Mientras el Presidente insiste en que debe darse tiempo a sus políticas, otros exigimos más determinación, un enfoque integral que incluya los factores externos y, sobre todo, mayor atención a las víctimas. Como López Obrador difícilmente cambiará de opinión, las propuestas ciudadanas deben armarse pensando en las elecciones presidenciales de 2024. Quienes compitan entonces seguramente estarán más proclives a escuchar nuevas ideas sobre transparencia, estrategia y éxitos locales.

Las fuerzas armadas son una aduana inevitable que atraerá múltiples reflectores. El protagonismo conlleva carretadas de aplausos, pero también abucheos y exigencias de transparencia. Es una buena señal que los militares estén abriendo sus archivos a las Comisiones de la Verdad sobre Ayotzinapa y la Guerra Sucia creadas, en buena medida, por la presión de los colectivos de víctimas de esas atrocidades. Se atiende a un puñado cuando hay multitudes esperando ser atendidas; sería inhumano que las sometieran a una espera lenta y dolorosa.

Otra meta para el 2024 es tener claridad sobre políticas integrales que den mayor atención a la dimensión internacional, incorporen las experiencias exitosas de combate al crimen que han ido consolidándose en diferentes partes de México, y preserven los programas exitosos desarrollados por el actual gobierno.

En suma, la historia no termina con la incorporación de la Guardia Nacional al Ejército de tierra. Empieza una etapa que culminará en las elecciones de 2024; en ella, los candidatos y partidos tendrán que hacer espacio al desfile cívico de una sociedad que ansía ser escuchada y atendida. 

@sergioaguayo

 

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