En una charla con amigos que desde jóvenes compartimos luchas e ideales liberales, soñando con una Patria más justa, y hoy, divididos entre afines y críticos al régimen del presidente AMLO, discutíamos la inminente militarización de la vida nacional; asunto en pugna en las cámaras de Diputados y Senadores de la República. La cuestión de fondo, es que, en la plataforma histórica de la izquierda, la desmilitarización, siempre fue su fundamento. El pacto social, decíamos, es el carácter civil de los cuerpos de seguridad federales y locales. La creación de la Guardia Nacional para sustituir a la Policía Federal, llena ésta de corrupción, fue una excelente medida de parte del presidente AMLO.

Pero al igual que una cantidad de promesas, resultó incumplida. En realidad, la Guardia ya se hizo un cuerpo militar. A diferencia de Chile, que optó por una Secretaría de Defensa civil, AMLO, optó por militarizar la vida nacional. La reivindicación clave de la izquierda latinoamericana, el carácter civil de la Guardia Nacional, quedó en otra promesa incumplida. No dimensiona el pueblo de México lo que significa que dejemos la vida nacional en manos de las fuerzas armadas; no solo porque se han politizado abiertamente en sus discursos y acciones a favor de un partido político, Morena, sino porque la historia ha mostrado que las fuerzas armadas, aún con la tradición de lealtad que tienen las mexicanas, son quienes más atentados en el pasado han hecho contra los derechos humanos de la población civil.

¿Había de otra? Decían algunos camaradas en la charla, justificando que sean los militares quienes controlen al País. El mismo AMLO, dijo que “cambió de opinión”. El pasar la Guardia Nacional al Ejército y mantenerlo en las calles, quitando los recursos federales a las policías estatales y municipales, como lo ha hecho el gobierno federal, nos deja indefensos como ciudadanos frente al poder militar. Plenos de contratos de obra pública, con el control de puertos, aeropuertos y aduanas, han sido cooptados por el poder político. En México no tenemos un escenario de golpe de estado militar, pues nuestras fuerzas armadas son leales, son pueblo y eso no sucederá. Pero el enorme poder que tienen, nos refleja lo que muchos temíamos desde la década de los sesenta, en que la izquierda sufrió la represión militar: los militares metidos de lleno en la vida política y el Secretario de la Defensa atacando en su discurso a los opositores al régimen.

La estrategia de “abrazos y no balazos”, que es en la práctica, el solo contener y no atacar, es en realidad, el “dejar hacer” y trabajar a los grandes cárteles que controlan territorios, economías y elecciones. El trabajo de estas bases en la población para animar las votaciones locales a favor del partido del Presidente, son un gran riesgo para la democracia plena, que debería basar solo el voto en la mejor propuesta. Por ello, la doble alianza, con las fuerzas armadas y con el crimen organizado, hace ya invencible al partido en el poder, por más sexenios. Lo que el PRI diseñó como un corporativismo basado en tres sectores, el obrero, el campesino y el popular, hoy se basa en tres sectores que le hacen invencible para las siguientes décadas: el ejército, los cárteles y los padrones de millones de beneficiarios con apoyos sociales.

Con partidos políticos de oposición sin liderazgos y con el PRI que se acomodará para aliarse en votaciones junto a Morena, solo queda que la sociedad civil, la opinión pública, se percate, frente a la inminente aprobación de la permanencia del ejército en la vida ciudadana, que es la organización cívica la que puede mantener viable a nuestro País.

Reconstruir el tejido social, construir más proyectos locales que redistribuyan la riqueza, es lo que podemos hacer desde la sociedad. El efecto de la militarización durará muchos años y poco a poco nos daremos cuenta del error que cometimos. La permisividad hacia los grandes cárteles minara más nuestra seguridad, en éste, el sexenio donde las muertes violentas llegarán cerca de la cifra macabra de los 200,000. Mantener los espacios de libre expresión, el periodismo, la vida académica, las organizaciones locales y de profesionistas, serán las estrategias para sostener la vida cívica, frente a los enormes riesgos de que quienes detengan a la ciudadanía en un acto público o por asociación, sean ahora militares y ya no la policía civil local, que, sin recursos, solo contemplará la verdadera fuerza, la de los “Balazos, no abrazos”. Verdaderamente, ¿no había de otra? 

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