No hicieron falta los adversarios, los críticos ni los opositores. La “nueva” verdad de Ayotzinapa la está tirando el propio gobierno a punta de maquillaje y contradicciones.

1.- Dicen que la verdad histórica es una mentira, pero su investigación establece básicamente lo mismo: sí fue el grupo criminal Guerreros Unidos, sí tuvo que ver el Ejército, sí intervino el presidente municipal de Iguala, sí se repartieron a los 43 estudiantes entre varios comandos de sicarios para masacrarlos y sí, después movieron sus restos para que no fueran encontrados.

2.- Hicieron campaña por años diciendo que fue el Estado, que el Ejército los asesinó, y cuando el Informe de la Comisión de la Verdad imputa a muchos militares y se giran órdenes de aprehensión contra ellos, la Fiscalía ¡retira las órdenes de aprehensión! y el presidente sale en defensa del Ejército.

3.- Hay un pleito dentro del gobierno de López Obrador, entre el subsecretario de Gobernación que investigó el tema, Alejandro Encinas, y el fiscal general, Alejandro Gertz Manero. Encinas imputa a militares, Gertz los exonera… y el fiscal especial de plano renuncia al gobierno por este cochinero.

4.- Llevan toda la vida diciendo que la “verdad histórica” de Peña Nieto es una mentira y que los detenidos en el sexenio pasado fueron torturados. Cuando un juez libera a muchos de esos, ¡denuncian al juez!

5.- El viernes, el presidente sugirió dar a conocer sin tachaduras el nuevo informe sobre Ayotzinapa. Al día siguiente, la periodista Peniley Ramírez publicó el informe sin testar. Y entonces los voceros de la 4T se le fueron encima, acusándola de amarillista, de falta de ética, de revictimizar a las familias, de poner en riesgo el debido proceso.

¿Por qué el ataque? Porque esta filtración desnudó al gobierno de López Obrador. Exhibió que el Presidente está haciendo lo mismo que hicieron en el sexenio pasado: ocultar la participación de militares para proteger a su socio incondicional: el Ejército.

Y en qué momento: el gobierno impulsa la militarización del país justo cuando detienen y están por juzgar a varios miembros de las fuerzas armadas por encubrir y ser parte de una de las masacres más atroces de nuestra historia.

Pero también porque el informe sin tachaduras deja en evidencia que el gobierno de López Obrador buscó endulzar el papel del presidente municipal de Iguala, José Luis Abarca. Según el Informe, él ordenó matar a los estudiantes. Y eso se diluyó cuando presentaron el Informe en la mañanera. ¿Por qué? Porque quien lo puso de candidato fue López Obrador, a pesar de que le advirtieron que tenía nexos con el narco. Así es López Obrador, así ha sido siempre: capaz de poner a un delincuente con tal de ganar una elección (Salgado Macedonio, Gallardo, etc.)

López Obrador tuvo la torpeza de convertir un activo de campaña en un pasivo de gobierno. Ayotzinapa era un tema que usó a su favor por años para acusar al mal gobierno. Hoy es una crisis política de su gobierno: los militares están enojados, el fiscal especial renunció, Encinas enfrentado con Gertz, los papás de los normalistas se sienten traicionados, violencia en las manifestaciones, López Obrador salpicado por Abarca. ¿Y el caso? Empantanado, en uno de esos pantanos que sí manchan el plumaje.

 

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