Conocí al Dr. Faustino López Vargas al final de los años noventa del siglo pasado. Yo ingresé al PRD poco después de haber ganado la gubernatura de Zacatecas, y él ya militaba en esa agrupación, en el estado de Tamaulipas, de donde era originario.
Recuerdo que él cursaba entonces una especialidad que para mí era nueva, inédita, desconocida: urgenciología. Se trataba de “la atención y canalización de las personas que llegan en estado crítico a las áreas de emergencia en los hospitales, por haber sufrido un accidente, una lesión, o llegan en estado de shock”. Un área en la que, además de los conocimientos de médico internista, se requiere pericia, aptitud y actitud. Todavía hasta el día de hoy no hay muchos urgenciólogos en el país.
También compartía su profesión de médico con otra vocación, a la que dedicó tiempo, esfuerzo y recursos propios: la lucha social y política desde la izquierda. Había militado en casi todas las organizaciones antecesoras del PRD, hasta que encontró sentido y ubicación en la mayor organización de izquierda en los años noventa del siglo XX y en los inicios del presente.
Antes de transitar hacia Morena, en “017, desde el perredismo tamaulipeco fundó y encabezó el Movimiento Nacional por la Esperanza (MNE), acompañando al profesor René Bejarano. Desde allí integró una estructura en los principales municipios de Tamaulipas.
Con esta trayectoria, en “018 formó parte de la fórmula que impulsó Morena al Senado, en la que el Dr. Américo Villarreal fungió como propietario, y el Dr. Faustino López, como suplente.
Al ser el Dr. Américo elegido como candidato de Morena al gobierno de aquel estado, Faustino asumió el escaño senatorial que ocupó durante cuatro años el actual gobernador constitucional de Tamaulipas.
Ya como senador en funciones, tuve el privilegio de acompañarlo a la presentación de su informe de labores en su tierra. Aunque lo conocía muy bien, me sorprendieron la cercanía y el afecto que la gente le demostraba. Ni por un solo momento dejó de ser el hombre humanista, leal al movimiento y con convicción, características importantes en un profesional, pero indispensables para la política de estos tiempos.
Faustino era también un hombre de ciencia, metódico y disciplinado, aptitudes que trasladó del campo de la medicina a su labor legislativa. Estudiaba, preguntaba y se documentaba. Le interesaban todos los temas, pero de manera especial los relativos a la salud pública.
El pasado sábado se dirigía a la ciudad de Zacatecas, por carretera, al informe de actividades legislativas de la senadora Soledad Luévano, acompañado de su esposa, Pilar Hernández, y de su secretario, el joven Adán Michelle Morales. Quince minutos antes de llegar a la capital del estado, en el municipio de Trancoso, de acuerdo con el reporte oficial, una llanta trasera del automóvil en el que viajaban estalló, con el resultado trágico ya conocido. Únicamente Adán sobrevivió.
Diez senadoras y senadores montamos una primera guardia de honor la madrugada del domingo, en una capilla fúnebre de Zacatecas. De allí partieron los cuerpos a Tampico, Tamaulipas, en donde serían velados por sus familiares, compañeros de trabajo y de lucha social y política.
El próximo martes, el Pleno del Senado rendirá un homenaje póstumo a Faustino y Pilar.
Para quienes somos creyentes, la muerte es una de las etapas de la evolución del espíritu. Y para quienes formamos parte de este movimiento social al que pertenecían Faustino y Pilar las causas de los hombres y las mujeres siempre permanecen como el combustible que hace que la llama de la lucha siga encendida. Los vamos a extrañar, pero su ejemplo, sus acciones, su legado y su congruencia permanecerán con todas y todos nosotros. Que descansen en paz.
@RicardoMonrealA