Ya hace algunos años la Organización Mundial de la Salud hacía un llamado a los gobiernos y a los dirigentes del rubro de atención sanitaria, para que abordaran y establecieran mecanismos de atención a las amenazas persistentes a la integridad y seguridad de los trabajadores, puesto que se entiende que al proteger a los prestadores de servicios de salud, se preserva la salud de los pacientes.

De manera general, se ha sugerido el diseño e implementación de políticas orientadas a una duración apropiada y justa de labores, horas de trabajo, pausas, descansos y aligeramiento de carga administrativa. De igual manera, se promueve la definición y manutención de niveles apropiados y suficientes de personal sanitario en los centros de atención a la salud, es decir, una fuerza de trabajo coherente con las necesidades asistenciales. 

Así mismo, a través de la creación y fortalecimiento de la cultura organizacional, mediante estrategias de comunicación abierta, no orientada a la recriminación o castigo, se incita a establecer mecanismos de protección legal y administrativa ante eventos adversos que se pudieran presentar en la prestación de servicios de salud. También, se propone el proporcionar a los trabajadores de la salud acceso a los servicios de bienestar mental, apoyo social y brindar mecanismos de equilibrio entre el trabajo y la vida personal y privada, todo lo anterior enmarcado en un robustecimiento del ingreso y seguridad financiera.

La medición, evaluación y aplicación de medidas para mejorar la seguridad de los trabajadores y la inversión en ellos, la dotación de ambientes seguros de trabajo con acceso a abastecimiento suficiente y oportuno de las herramientas con las que desempeñan sus labores, la reducción de estrés y agotamiento relacionados con el trabajo, la tolerancia cero a la violencia contra los prestadores de servicios, son también parte de las medidas sugeridas para mejorar el bienestar de los trabajadores de la salud.

Sin embargo, mucho de lo anterior ha quedado únicamente en el tintero. Las condiciones laborales de los trabajadores de la salud no han tenido una mejoría sustancial y eso está impactando de manera directa y evidente en la disminución de la disponibilidad de recursos humanos y las renuncias (o derivación a otras actividades productivas) de médicos, enfermeras y otros profesionales sanitarios, son más frecuentes día con día.

Además del evidente burnout que afecta a multitud de trabajadores, se presentan cada vez más otras causas de este abandono de las actividades asistenciales y se escucha en mayor medida, además del “no puedo más con estos niveles de estrés”, otras frases como “no estoy de acuerdo en el rumbo que está tomando la prestación de servicios médicos actual”, “no cuento con el apoyo de mis administrativos o superiores”, “no estoy recibiendo una remuneración justa” o simplemente se comenta que “por otro lado puedo alcanzar el bienestar económico, laboral, social y mental y no necesariamente es a través de la prestación de servicios clínicos”.

De igual manera, es habitual atestiguar las “renuncias silenciosas”, en las que los individuos no renuncian de manera formal a sus trabajos, sino que abandonan la idea de ir más allá de los deberes normales y necesarios básicos, siendo claros en las expectativas hacia su desempeño que se establecen ahora como las mínimas indispensables, pues tienen bien enfocado ese objetivo de balance de vida, trabajo, familia, amistades, entre otras actividades (balance que ha sido olvidado o no enfatizado por la mayoría de los empleadores tradicionales).

“Ya no está el cirujano”, “renunció la nefróloga”, “se acaba de ir el internista” o “no tenemos jefe de servicio”, son ejemplos vivos en multitud de instituciones de salud y cada vez son más frecuentes. Estamos frente a una crisis de recursos humanos en salud y es imperativo tomar acciones para hacerle frente. La garantía de condiciones dignas de trabajo, remuneración justa y la capacidad de tener equilibrio en diferentes esferas de la vida, es lo que permitirá proteger a quienes protegen la salud. 

Para atender lo anterior, es tiempo.

Médico Patólogo Clínico. Especialista en Medicina de Laboratorio y Medicina Transfusional, profesor universitario y promotor de la donación altruista de sangre  

 

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