En el Centro Fox, durante el cuarto foro de la Canna México, el ex presidente Vicente Fox recomendó a los papás proveer a sus hijos de cannabis de buena calidad para que cuando vayan al antro no traten con criminales. 

La verdad, no es extraño escuchar barbaridades de parte del ex mandatario; pero, en esta ocasión, su propuesta es locuaz, indecorosa y hedonista ¿Cuántos churros se meterá al día el ex presidente de México, para que a su edad esté obsesionado con el humo de la yerba? 

Días antes, había inaugurado otra más de sus tiendas boutique, de productos derivados de marihuana con el sugestivo nombre “Paradise Shop”; seguramente, esto es para adelantarse y ser líder en el mercado de mota cuando esta sea liberada…  Además, se quejó de la lentitud con la que avanza la legalización de la yerba en México: “Nos estamos perdiendo cosas maravillosas”. ¿A qué intereses servirá el expresidente? ¿Por qué no habrá legalizado la mota cuando vivía en Los Pinos? 

Por su parte, el secretario de Salud de Guanajuato reprobó el llamado del expresidente Vicente Fox a dar marihuana a los hijos. “El llamado debería ser a una crianza positiva, tenemos un serio problema con las adicciones, que es urgente resolver. Y, agregó que: “No es sano que ningún niño tenga acceso al alcohol, ni al tabaco, menos aún a las drogas. ¡No, a ninguna sustancia adictiva que perjudique su salud y su futuro! Yo nunca les daría mota a mis hijos”, dijo. 

Pero, también es cierto que lo prohibido atrae. Pareciera que la tentación de probarlo está en el código genético. El deseo no quiere lo que tiene, desea lo que no tiene; bastaría con recordar a Adán y Eva: “Y, en el principio, tenían todo en el Paraíso”, solamente les prohibieron hacer el amor (comerse la fruta prohibida): ¡y, se la comieron..! Prohijaron a la humanidad. Somos el fruto de lo prohibido… 

Por desgracia, parece que los legisladores han visto el tema del consumo de la marihuana como un problema de índole moral y religioso. En referencia a lo anterior, sería importante tomar nota de lo que dice Kelsen, jurista austriaco, que afirma: “No se debe legalizar la moral ni moralizar el derecho”. 

El jurista considera que la moral se practica de acuerdo con las religiones, a las culturas. Entonces, si la norma jurídica se legislase permanentemente a través de la moral, la dificultad estaría en preguntar ¿cuál moral, la de quién? Al elevar sistemáticamente la moral a la categoría de ley, se establecería una moral de Estado, coercitiva y punible, lo que violentaría la norma subjetiva de nuestro obrar que es nuestra propia conciencia y la clara razón. 

En el anecdotario político, se cuenta que, en una ocasión, el poeta colombiano Porfirio Barba Jacob, “en el Hotel Sevilla del D.F., le ofreció a un joven engreído un churro de mota “Dorada de Acapulco”. Aquel joven que disfrutó de los efluvios de la grifa, más tarde sería presidente de México, Luis Echeverría, que desde que la probó, no dejó de ser locuaz. Entre Luis y Vicente existen similitudes. 

Según expertos, la transgresión, lo prohibido, incentiva y despierta cierta compulsión o deseo irresistible proveniente del inconsciente. Tiene que ver con la libertad, con la búsqueda de la experiencia sensorial, de aquello que es desconocido y promete una satisfacción inigualable y única. Toda prohibición manifiesta una cierta limitación de la voluntad, lo que hace sentir la fascinación del reto que pone a prueba el “ello” y una limitación de la libertad personal. 

Sería preferible la reglamentación del uso lúdico de la mota, a la prohibición. Porque esto no ha resuelto nada, la violencia y los muertos no disminuyen, además de los millones de pesos, que se restan a otros presupuestos gastados en el combate. Legalizándola habría mayor conducción, supervisión y control, si se reglamenta y supervisa el consumo. Pero, desde luego que ¡no! a que los padres induzcan a los jóvenes a evadir su realidad con psicotrópicos, para buscar el placer, metiéndolos en el callejón sin salida de un mundo irreal y ficticio.  

La visión del expresidente es oportunista, para salir al día siguiente en los periódicos, mercantilista y carente de imperativos éticos. Fox está en el ocaso de su vida, puede meterse todos los churros de mota que le plazca, para evadir su realidad y seguir así con sus locuacidades. Pero, no tiene ningún derecho a dañar a los jóvenes, promoviendo que los padres abastezcan de mota a sus hijos… ¡Esto es atentar contra la juventud, contra su futuro y contra la nación! Su propuesta es locuaz, indecorosa y hedonista. “La mota no es Coca Cola para promoverla en el mercado”, dice Enrique Gómez.

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