El pasado 10 de noviembre, dos hermanas de 16 y 23 años murieron en el fondo de una coladera abierta en la colonia Granjas México, a la salida del Metro Velódromo. Iban camino a un concierto de la banda Zoé. Acababan de bajar de un puente peatonal, en una zona en la que no había alumbrado público.

Sofía, la más joven de las hermanas, se evaporó de pronto. Había caído en una coladera de varios metros de profundidad. Desesperada, su hermana Esmeralda se arrojó tras ella, con la esperanza de salvarla.

Ambas murieron por inmersión, a la vista de su padre, quien por más que lo intentó no pudo evitar la tragedia. Los bomberos las rescataron muertas.

La coladera llevaba un año sin tapa, según declararon vecinos de la zona y ya había provocado accidentes con anterioridad.

Quien se robó la tapa de aquella alcantarilla, de 50 kilos, obtuvo una ganancia miserable: 250 pesos: lo que pagan por ese tipo de infraestructura hidráulica en algunos negocios de fierro viejo que se ubican en las alcaldías en donde se concentra el robo de rejillas y alcantarillas de hierro (Iztacalco, Venustiano Carranza, Iztapalapa, Tlalpan, Azcapotzalco y Gustavo A. Madero). 

Dos vidas se perdieron por nada.

A finales de 2015 una niña de cinco meses de edad perdió la vida muy cerca de ahí, en la esquina de Zaragoza y Viaducto. Su madre la llevaba en una carriola. No pudo advertir que se habían robado la tapa de una coladera de 10 metros de profundidad. La pequeña cayó al drenaje.

Quien debía haber tapado esa coladera no lo hizo. Como no lo hizo quien debía haber cubierto, siete años después, la coladera del Metro Velódromo.

El robo de alcantarillas es una pesadilla en las ciudades mexicanas. Según el Sistema de Aguas de la CDMX, diariamente se reponen ocho. En todos los puntos de la capital, incluso en vías primarias, se suelen encontrar llantas, ramas y cintas de precaución que delimitan alcantarillas abiertas. Eso, en el mejor de los casos.

Porque lo más común es encontrar trampas abiertas para peatones, ciclistas, motociclistas y conductores de automóviles.

Según un reportaje de la revista Forbes, en once años el Sistema de Aguas de la capital gastó más de 170 millones de pesos en la reposición de 20 mil accesorios de drenaje que habían sido robados.

En julio pasado una niña de cuatro años pereció ahogada en una alcantarilla ubicada en la Zona Industrial de San Luis Potosí. Familiares y peatones hicieron lo posible por rescatarla. Cuando los socorristas arribaron al lugar, la pequeña había fallecido. La Secretaría de Seguridad municipal informó que hay “individuos que roban el alcantarillado para cubrir sus adicciones”.

Entre enero y septiembre de 2022, el ayuntamiento de Toluca repuso 560 coladeras. Según la prensa local, “el kilo de alcantarilla está en 7 pesos”.

En marzo de este año, el ayuntamiento de Juventino Rosas, en Guanajuato, debió reponer 15 coladeras en unas semanas.

Las denuncias son permanentes en ciudades como Tapachula, Cuernavaca, Tulancingo, Oaxaca, Puebla, Hermosillo y Ciudad Juárez.

En Tampico y Ciudad Madero desaparecen cinco tapas cada día. Según los ayuntamientos de estos municipios esto representa una pérdida de 30 mil pesos al día: casi un millón mes tras mes.

En julio de este año, cámaras de seguridad de una vivienda captaron a un empleado del organismo público descentralizado del agua robándose en Tlalnepantla una alcantarilla del municipio.

De acuerdo con datos de Sacmex, en un año se robaron mil coladeras en la capital del país.

En diversas ciudades se han realizado operativos en negocios de fierro viejo. En algunos de estos se han descubierto rejillas y coladeras que fueron cortadas y vendidas “al kilo”.

En Hermosillo se denuncian hasta mil robos al año. En Torreón ocurren 50 robos cada mes. En Aguascalientes se robaron el año pasado 250 tapas, y este año van más de 300.

Choques, caídas, volcaduras, torceduras y muertes por nada.

Hoy sabemos que un miserable vendió dos vidas, y que su pago fue de 250 pesos.

¿Quién responderá por eso?

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