“Preferimos una culpa colectiva sin significado que una culpa individual con significado”. 

Thomas Szasz

 

Es un sentimiento de culpa muy extendido. Lo expresó el 19 de noviembre el presidente de la FIFA, Gianni Infantino, en una conferencia de prensa para responder a las críticas a Qatar en la Copa del Mundo. “Nosotros los europeos -dijo-deberíamos disculparnos por lo que hemos hecho en los pasados tres mil años y deberíamos disculparnos por los próximos tres mil años antes de ponernos a dar lecciones de moral a la gente”. 

Es la actitud que lleva a los países ricos a prometer cientos de miles de millones de dólares a las naciones pobres como compensación por el calentamiento global, o al presidente López Obrador a exigir una disculpa a la corona española por la conquista. No hay, sin embargo, razón para pedir perdón. La historia es un continuo de abusos y acciones virtuosas de todos los pueblos. Los villanos son también los héroes. 

Qatar ha sido criticado por contratar a cientos de miles de trabajadores extranjeros para laborar a marchas forzadas y en condiciones muy duras. Según el periódico británico The Guardian, 6,500 murieron desde la concesión del Mundial en 2010. El Comité Organizador ha reconocido solo tres víctimas mortales, mientras que la Organización Internacional del Trabajo dice que, aunque hay vacíos en la información, tiene datos de que 50 fallecieron por lesiones de trabajo. 

“Nosotros en Europa cerramos nuestras fronteras, no permitimos el ingreso de ningún trabajador de esos países, quienes devengan salarios muy bajos, para trabajar en nuestros países -declaró Infantino-. Si a Europa realmente le importara el destino de esta gente, esta gente joven, entonces Europa debería hacer lo que hizo Qatar; pero denles algo de trabajo, denles algo de futuro, denles algo de esperanza. Esto de dar una lección moral unilateral es pura hipocresía”. 

Qatar tenía en 2017 solo 313 mil ciudadanos, pero 2.6 millones de habitantes, la mayoría extranjeros. Los cataríes han traído siempre mano de obra de fuera para realizar labores que, por los subsidios del gobierno, ellos no quieren realizar. A estos trabajadores no les otorgan ni residencia permanente ni ciudadanía, pero el sistema no lo inventaron ellos, sino los alemanes con sus Gastarbeiter. 

Es verdad que hasta hace poco los países de Europa no reconocían los derechos de mujeres, homosexuales o inmigrantes, pero los avances fueron producto de las exigencias de la sociedad. No se justifica que Qatar mantenga hoy violaciones a los derechos simplemente porque en Europa se cometieron abusos en el pasado. 

Los europeos no tienen por qué disculparse. Sus ancestros conquistaron y explotaron a otros pueblos, pero lo mismo hicieron, y con mayor saña, los árabes antiguos y los mexicas. Los europeos ofrecen ya un mayor respeto a las garantías individuales, pero no por eso deben disculparse con quienes hoy las violan. En cuanto al dinero, William Easterly escribió en The White Man’s Burden (2006) que los países desarrollados gastaron 2.3 billones de dólares en cinco décadas para apoyar a los países pobres sin reducir la pobreza. Dambisa Moyo en Dead Aid (2009) señaló que la ayuda extranjera desplaza el capital local, genera distorsiones económicas y produce corrupción, por lo que empobrece a quienes la reciben. 

No debemos discriminar a Qatar. Tiene tanto derecho a organizar la Copa del Mundo como la Argentina de Videla en 1976 o la Rusia de Putin en 2018, pero eso no significa que no deban criticarse sus abusos. Estos no son culpa de los europeos que han sido los primeros en respetar las garantías individuales. Otras naciones, si acaso, deben seguir el ejemplo de Europa. 

Lo mismo

Ya sabemos quién redactó la grosera nota de Hacienda por la votación del BID. Ayer AMLO repitió: “Es más de lo mismo”. Solo falta que exija un recuento voto por voto de una elección que su candidato perdió por paliza. 

www.sergiosarmiento.com

 

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