Cuando revelamos el reportaje sobre las casas y terrenos de Irma Eréndira Sandoval y John Ackerman, una andanada amenazante de tuits de funcionarios del obradorato se lanzó sobre un servidor y quienes trabajamos en Latinus. Pero hubo alguien que no dijo una sola palabra: contrario a su costumbre de atacarme cada que puede, esa vez, el presidente Andrés Manuel López Obrador no dijo nada. Por eso me llamó la atención: otros reportajes de menos impacto de la opinión pública habían merecido sus calumnias, ¿por qué esta vez no?
La investigación, del periodista Mario Gutiérrez Vega, era fácil de entender: la Secretaria de la Función Pública y su esposo acumulaban casas y terrenos cuyos valores en el mercado no eran explicables por los sueldos y empleos que han tenido y declarado; incluso una de las propiedades la habían recibido de regalo del gobierno de la Ciudad de México cuando ya mandaba el movimiento político al que pertenecen.
La semana que se cumplió un año de que publicamos esa investigación Irma Eréndira Sandoval se fue del gabinete. Durante ese año, su hermano, Pablo Amílcar Sandoval, había entrado en disputa con los intereses de López Obrador por la candidatura de Morena al gobierno de Guerrero. No sé cuánto habrá pesado el reportaje de las casas de Irma y John comparado con la grilla en Guerrero, pero en todo ese año, un reportaje que mereció la atención de prácticamente todo el gabinete (Gobernación, la UIF, el vocero) no motivó en López Obrador una sola palabra. El silencio resultó revelador.
La reflexión viene a cuento porque el pasado 20 de octubre, en mi programa de Latinus, presentamos un reportaje sobre las “antenas fantasma” de Jenaro Villamil: una serie de obras incumplidas con presupuestos asignados que desnudan las corruptelas del presidente del Sistema Público de Radiodifusión del Estado Mexicano, un reportaje del periodista Claudio Ochoa Huerta. De inmediato en las redes brotaron los hashtags, los señalamientos contra el funcionario, y “las antenas fantasma” de Jenaro Villamil se volvieron un tema muy comentado en la opinión pública.
Sin embargo, el Presidente no dijo nada.
Un presidente que, especialmente este año, ha sido incesante en su calumnia contra mí, guardó un inusual silencio, a pesar de ser Villamil uno de sus propagandistas más vocales visibles y polémicos, como en su momento Irma Eréndira y Ackerman.
¿Será que le espera el mismo destino? No lo sé. Sólo anoto que, a diferencia de los casos de Bartlett, Pío, Martinazo, su hijo José Ramón, su prima Felipa, su secretario particular Esquer, Zoé y un largo etcétera, esta vez el Presidente no salió en defensa de su colaborador.
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